NO deja de ser paradójico que, precisamente, una alianza como la Unión Europea que tiene en su germen acuerdos de índole económico haya rendido sus armas, la política, precisamente a la economía. La violenta recesión con origen, entre otras causas, en la crisis financiera, ha aflorado con extrema crudeza todas las debilidades que la construcción europea, por acción y omisión, ha ido acumulando desde que en 1958 naciera la Comunidad Económica Europea. El drama y la esperanza de esta situación es que la ciudadanía europea, quizá más que nunca, ha tomado conciencia de las fallas que el actual sistema ha ido generando. En esa clave habrá que hacer la lectura, dentro justamente de un año, cuando se celebren las elecciones al Parlamento Europeo, una prueba de fuego a la que la UE llegará con el europeísmo en cotas mínimas -los partidarios de la Unión han caído al 45%, quince puntos menos que hace un año-, lo que invita a pensar que la abstención en esos comicios volverá a ser histórica, tras la cota récord que ya marcó en 2009 (la participación ese año se quedó en el 43%). Porque quizá la gran debilidad de la alianza que Europa ha construido pueda residir en que no ha apostado con convencimiento por la unión política, lo que ha derivado en que, incluso en el ámbito económico donde se ha profundizado hasta niveles tan importantes como la moneda única, la política ha pérdido ámbitos de decisión en favor de los aparatos económicos y financieros. El ejemplo más evidente puede ser, quizá, el modelo de ascenso y caída de los países rescatados dentro de la UE. Grecia, Portugal o la misma España han corrido caminos paralelos como Estados a la de los beneficiarios de hipotecas subprime en Estados Unidos: primero se infló la burbuja sin tener en cuenta los riesgos y luego se asfixió a esos titulares para cuadrar los balances. Y en esa clave de rendición de la política -por acción, omisión o simple temor-, no solo se comprende el bloqueo de iniciativas como la unión bancaria, la lucha contra los paraísos fiscales..., sino que la ciudadanía mire a Europa cada vez con más desconfianza, cuando no con absoluto rechazo. Porque la UE -un hermoso sueño con muchas potencialidades- puede acabar convertida en un trasunto venido a menos de la troika, de quien se encarga de que cuadren los números sin pensar en que detrás de esos números hay personas.