el acuerdo de Londres de 27 febrero de 1953 permitió la anulación de gran parte de la deuda que Alemania contrajo por su ataque ilegal contra Europa. No sólo permitió que un país en ruinas derrotado en la Segunda Guerra Mundial -con su ciudadanía encogida por la culpa- saliese del agujero, sino que se convirtiera, tan sólo 60 años después, en un intransigente gallito. Es decir, el milagro de cómo pasar de deudor a acreedor en un abrir y cerrar de cuentas.
Pero el milagro no fue tal, sino consecuencia lógica de una política determinada por EEUU y su plan Marshall. La deuda reclamada a Alemania antes de la guerra era de 22.600 millones de marcos, incluidos intereses. La deuda de la posguerra, de 16.200 millones. Estos montos se redujeron a 7.500 y 7.000 millones, respectivamente, lo que representó una reducción del 62,6%. El establishment alemán no quiere que se hable del pasado relacionándolo con el presente. No les deja en buen lugar.
Si nos arriesgamos a hacer una comparación entre el tratamiento al que es sometida Grecia y el que se le reservó a Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, las diferencias e injusticias son asombrosas. En el caso de Alemania en relación con el Estado español, el tema es doblemente sangrante porque fue la ayuda de Hitler a Franco lo que decidió la balanza hacia el lado fascista en la Guerra Civil como un laboratorio cómodo para engrasar la maquinaria. El Estado español nunca pidió indemnizaciones de guerra a Alemania. Gernika y las guillotinadas reformas sociales de la Segunda República dan sobrados motivos. ¿Cuánto valen 40 años de retraso?
Hoy el establishment alemán -los centros financieros y las grandes empresas dedicadas a la exportación, junto al Gobierno Merkel- domina el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Junto con el FMI, este establishment dicta e impone a los países periféricos de la Eurozona unas políticas públicas que están dañando el nivel de vida y bienestar de sus clases populares. El mismo monopolio que aupó al trono al frustrado pintor chillón.
Según Eric Toussaint, debemos negarnos a pagar la deuda ilegítima. Hay varios ejemplos que merecen ser recordados: Argentina decidió al final de 2001 suspender el pago de gran parte de la deuda de 90.000 millones de dólares. Tiene 44 procesos abiertos con el Banco Mundial, pero ha dejado de pedir prestado y el país sigue funcionando. En Ecuador, Correa pidió una auditoría de la deuda y en noviembre de 2008 suspendió su pago, economizando 22.000 millones y dejando de reconocer la competencia del Banco Mundial. Están estudiando una nueva moneda. Islandia se negó en 2008 a pagar la deuda que tenían sus bancos con otros británicos y holandeses. Ha ganado algún pleito internacional y sale de la crisis mucho mejor que otros que han agachado la cabeza. Estos ejemplos no son modelos, sino experiencias de las que sacar lecciones políticas. ¿Debería tomar rabos de pasa fraü Merkel para mejorar su memoria?