el anuncio del vicepresidente de la Comisión Europea, Oli Rehn, de la ampliación en dos años a Francia y España del plazo para reducir el déficit por debajo del 3% no está, como cabía esperar, exento de condiciones. La diferencia radica en que mientras en España aún no se han hecho públicas por parte del Gobierno Rajoy las reformas, en Francia ya se apuntan ajustes para asegurar la perdurabilidad del sistema de pensiones, sin descartar el retraso de la edad jubilación; reforma del mercado laboral que incluya una relajación de los costes y de las condiciones de finalización de contratos; y la liberalización de servicios, esencialmente electricidad y transporte ferroviario. Básicamente, es la extensión a Francia de los recortes que ya se han venido aplicando a otros miembros de la UE, lo que confirma que la crisis no se constriñe a los países periféricos. No en vano, la revisión de las previsiones económicas de la Zona Euro hecha pública ayer por la Comisión constata que sólo cuatro países entre los que ni siquiera está Alemania -Finlandia, Estonia, Eslovaquia y Luxemburgo- cumplen los criterios del pacto de estabilidad (deuda por debajo del 60% del PIB y déficit por debajo del 3%). Y si los esfuerzos exigidos a París son los mismos que en otros casos, también lo es la causa: la falta de adaptación de Francia, su incapacidad para reformarse dentro de la Europa que surgió a partir del Tratado de Maastricht y responder a la prioridad que ya en 2004, mucho antes del Tratado de reforma de Lisboa en 2007 y del inicio de la crisis, marcó en rojo quien luego sería vicepresidente de la Comisión, Günter Verheugen: "la mejora de la competitividad". Que ello, es decir, una situación heredada no ya de Sarkozy sino incluso de Chirac, conlleve serios problemas internos a François Hollande, incapaz de cumplir sus promesas electorales con sus evidentes consecuencias políticas, igual que ha sucedido en Grecia, Irlanda, Portugal o España, sin ir más lejos, o que todo ello acabe por tener reflejo incluso en Alemania, a expensas del resultado de las elecciones de otoño; no es sino parte de un ajuste global europeo, del Euroadjust con que la Comisión está exponiendo la pervivencia de la propia Unión, en pleno desafecto ciudadano, so pretexto de salvaguardarla.
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