LOS resultados de la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que prolongan la sostenida caída de apoyos de los dos principales partidos de ámbito estatal suponen una llamada de atención para ambas formaciones pero también respecto a una corriente que se extiende más allá de las fronteras del Estado y afecta a buena parte de los países europeos. Que el PSOE haya obtenido el segundo nivel de confianza popular más bajo de la última década (28,2%) -casi idéntico al 28% de enero de 2012 en que los apoyos socialistas tocaron fondo- al tiempo que el PP también caía a sus niveles de aceptación más reducidos (34%) -tres puntos por debajo de lo que supuso la derrota de Rajoy en 2004- no es sino fruto de su desconcierto e ineficacia al encarar desde la política la crisis y sus efectos en el bienestar de la ciudadanía, lo que puede acabar derivando en un fenómeno que ya afecta a la mayor parte de los partidos tradicionales europeos: los movimientos populistas o extremistas. Basta con mirar los resultados del United Kingdom Indepence Party (UKIP), antieuropeísta, ultracoservador y antiemigración en las elecciones parciales y en las municipales de Inglaterra y Gales, en las que se ha constituido, con el 25% de los votos, en oscuro heredero del National Front (NF) de John Hutchins Tyndall que en los 70 y hasta la aparición de Thatcher llegó a ser el cuarto partido. O lo que dicen las encuestas en Francia respecto al racista y antieuro Frente Nacional de Marine Le Pen, quien alcanza un 32% de apoyo popular y supera en aceptación por primera vez a Hollande. O la aparición en Alemania, de la mano de un ex-CDU, el economista Bernd Lucke, del AfD (Alternativa para Alemania), antieuropeísta y situado más a la derecha que Merkel. O la creciente fortaleza y desvergüenza de los violentos neonazis del Jrysi Avgi (Amanecer Dorado) griego. Y, en el otro extremo, el populismo ácrata de Beppe Grillo, que situó a su Movimiento 5 Estrellas como el más votado en las últimas elecciones en Italia. Todos ellos son consecuencia de la misma ineficacia de la política tradicional, que en el Estado español representan PP y PSOE, en domar la economía, de una profunda crisis de capacidad política que se fundamenta en su cada vez más nítido alejamiento de la realidad de las urgentes necesidades ciudadanas.