benedicto xvi ya se ha retirado y el protagonismo ahora recae sobre los cardenales y personal que gira en torno a la figura del sucesor de Pedro y de la maquinaria vaticana. Hoy resulta más oportuno traer a colación el papel de otras personas que, de forma más o menos anónima, juegan un papel importante en el funcionamiento de la Iglesia. Son los que podríamos llamar las otras manos del Papa. Y uno de ellos es el vitoriano Juan Ignacio Arrieta.
El pasado 22 de febrero, Benedicto XVI firmaba un motu propio por el que modificaba algunos aspectos de la elección de los sucesores de la cátedra de San Pedro. Si bien este documento lleva la firma del Pontífice, detrás de su elaboración hay grandes expertos en diversas materias, especialmente de derecho eclesiástico.
Entre ellos destaca la figura del alavés Juan Ignacio Arrieta Ochoa de Chinchetru, nacido en Vitoria en 1951, ordenado sacerdote en la Prelatura del Opus Dei en 1977 y actualmente secretario del Pontificio Consejo para los textos legislativos, cargo que le fue confiado por Benedicto XVI en 2007. Ha sido rector del Instituto de Derecho Canónico San Pío X de Venecia, referendario del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica y juez eclesiástico del Estado de la Ciudad del Vaticano. Si trascendental es decidir llevar a cabo cambios, no lo es menos ponerlos por escrito y formularlos de manera correcta y ajustada a las leyes, a la tradición y a otro tipo de consideraciones que conforman el marco dentro del cual se pueden realizar las innovaciones. Y para ello están los expertos como monseñor Arrieta.
Su papel puede equipararse a la labor realizada por teólogos de la Diócesis de Vitoria en la reforma litúrgica postconciliar, a la traducción de textos bíblicos para su mejor entendimiento, a la música sacra, a las Misiones Diocesanas Vascas o al movimiento sacerdotal que, nacido al abrigo del Seminario, se extendió por el resto de las diócesis españolas a mediados del pasado siglo XX.
La Diócesis de Vitoria, con un Seminario vacío, con un clero desmotivado en muchos casos, con una necesidad de renovación de sus comunidades expresada en su propio plan de evangelización, sigue siendo una tierra que da frutos dentro y fuera de su demarcación territorial. Porque si bien el caso de monseñor Arrieta es digno de mención y de orgullo, no lo son menos otras realidades más locales pero plenamente evangélicas que hacen de la comunidad cristiana de Vitoria un referente en algunos aspectos en la Iglesia Católica.