TRAS un año de, soterrada en unos momentos y descarnada en otros, pugna interna, el socialismo alavés decidió ayer en su VII Congreso renovar la confianza en su por tercera vez secretario general, Txarli Prieto. Prieto fue designado con el respaldo del 57,6% de los delegados, frente al 41,3% que logró su rival, Juan Carlos Alonso. Una victoria incuestionable entre el sentir de la militancia que, no obstante, no oculta la brecha existente en un partido que en cuatro años ha reducido su respaldo al secretario general de un 97,5% a un 57,6%. Ante un panorama como éste, caben dos respuestas desde el liderazgo: o se tira por la calle de en medio y se opta por la purga del sector derrotado -que ha ido a más- o se afronta un camino mucho más complejo para intentar integrar a los discrepantes en la nueva organización. Dado que, en términos maquiavélicos, hay una parte que ha intentado asaltar el fuerte y mover del trono al príncipe, esta segunda opción suele provocar un lógico vértigo. Vértigo que, además, es seguramente general. Porque buscar el entendimiento entre dos sectores es cosa de dos, algo bastante difícil cuando ambas partes llevan un año batallando pública y privadamente. Hay un punto común en los discursos que maneja tanto el sector oficial como el renovador del socialismo alavés: el partido ha cometido errores que le han llevado a una deriva electoral negativa. Una constatación compartida del efecto, porque en las causas es donde radican buena parte de las discrepancias. Ahora bien, si el objetivo es recuperar la posición que tuvo el PSE entre la sociedad alavesa, quizá ese camino más complejo, más duro sin duda para ambas partes del partido, sea también el más indicado. Lo cierto es que el debate y confrontación de propuestas que ha ofrecido el PSE alavés es ya -en sí mismo y aunque manifiestamente mejorable en cuanto a las formas- un saludable ejercicio en política, por más que los partidos suelan empeñarse en evitarlo. Conducido con más normalidad, y sólo hay que mirar a las tradicionales primarias que se celebran en EEUU por ejemplo, los procesos de renovación de ejecutivas podrían ser una inmejorable ocasión de enriquecimiento para cualquier partido. Las cartas repartidas por el sector renovador no deberían caer en saco roto, sería perder una oportunidad. El reto por delante para el socialismo alavés, para todo el socialismo alavés, es grande.