LA publicidad es más fuerte que los mayas. El mundo no se acabó el viernes, no me ha tocao ni un chavo en la Lotería y la Navidad, como el turrón -claro- ya está aquí. Francamente, le he dado alguna vuelta a qué escribir en estas líneas pre Nochebuena. Tengo el ánimo como el ambiente, oscuro. En este mismo espacio y por estas fechas, el año pasado ya les advertí de que ya vendría alguien a jodernos 2012 y, me temo, no me equivoqué. Cuando en un país tener trabajo es ser afortunado, es que las cosas van muy mal. Y pensé que quizá, por lo de estas fechas y el final de año, no me quedaba otra que ponerme el buzo pesimista y triste. Puede que no me equivocara. Sin embargo, llámenme friki y lamento decir que probablemente acertarán, me gusta la Navidad. Me gustan las lucecitas de colores, los árboles navideños y las bandejas de turrones y polvorones que se atrincheran en nuestras mesas hasta marzo; me gusta la convivencia de Santa Claus y Olentzero, los belenes con mula y buey y soy monárquica, a muerte, solo dos días al año: 5 y 6 de enero. Y me gustan, no por lo que son, sino por lo que significan. Significan sobremesa de charla con la familia, risas con los amigos, brindis con gente querida, reencuentros, recuerdos... Bah, sentimental que es una, dirán. Sí. Pero buena gente que hace que la oscuridad sea más llevadera. Hay cosas que no las compra el dinero, los buenos momentos con buenas personas. Se lo dije hace doce meses y se lo repito, ya vendrán otros a jodernos, no lo duden. Y entonces, señores, que nos quiten lo bailao.