UNAS líneas de reconocimiento para los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, en concreto, y para los partidos políticos, en general. Aplausos, plas, plas, plas. Pasmados que estarán. Hombre, reconozcámoslo, ellos solitos han logrado acabar con el conflicto por antonomasia... poner de acuerdo a cualquier mesa de este país cuando la conversación avanza hacia derroteros políticos. Allá entre el segundo plato y el postre, cuando el vino ha soltado las lenguas y el estómago feliz de manjares suculentos nos ha elevado al estado zen de relajación necesario para restar trascendencia a las divergencias cromáticas que se reúnen en torno al mantel. Comida de la cuadrilla. Pregunta obligada: ¿qué tal lo tuyo? Lo tuyo es, hoy, el curro. Todos los reunidos tenemos lo nuestro; somos, aún, de los afortunados. Ninguno encuentra palabras para expresarlo adecuadamente. La gama de respuestas va del buf al ahí ahí, todo ello acompañado por expresivos gestos que no invitan al optimismo. Está el que llama a la huelga general e indefinida y el que no puede ni pensar en ello porque camina en la cuerda floja y uno de los extremos está a punto de soltarse. Hay quien acaba de volver de Suiza y cuenta que el salario mínimo ronda allí los 3.000 euros. Descojono general, por no llorar. La mayoría allí no tenía muy claro si seguirá teniendo un sueldo la próxima vez que nos juntemos, pero todos de acuerdo -milagro de la política-: ningún político responde a los problemas de la ciudadanía. La comida, fantástica; la compañía, la mejor; el país, hecho unos zorros y bajando. Lo dicho, enhorabuena. Todos de acuerdo.
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