"Convivir con el terror en soledad, de manera cotidiana, víctimas de una espiral de agresiones, amenazas, menosprecios, abusos, que no cesa". Las palabras de la directora de Atención a las Víctimas de Violencia de Género del Gobierno Vasco, Mariola Serrano, con motivo hoy del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres definen la realidad de miles de mujeres. Una aberración, un auténtico crimen contra la humanidad que, por desgracia, históricamente se ha silenciado, entendiéndose como algo natural, asumido por todos, hombres y mujeres, como un fenómeno casi inherente a las relaciones de pareja. Los datos son abrumadores, aun hoy en día, cuando al menos -por alumbrar el escenario con un rayo de esperanza- este fenómeno de la violencia machista ha salido a la luz, ha dejado de ser un sufrimiento del que la víctima debía avergonzarse sistemáticamente, y se ha convertido en objetivo de políticas públicas de prevención y erradicación. Sin embargo, eso no impide que los progresos logrados con las medidas implantadas y las campañas de concienciación y compromiso emprendidas sean dolorosamente lentos. Solo en Euskadi, según los datos ofrecidos ayer por Serrano, los episodios de malos tratos alcanzaron entre enero y octubre la desoladora cifra de 4.194, incrementándose el número de mujeres víctimas de esta violencia en 149. Un dato subrayado en los últimos tiempos, y también ayer, es el elevado porcentaje de víctimas entre mujeres jóvenes, un hecho que pone de manifiesto el relativo fracaso social a la hora de inculcar a las nuevas generaciones valores de igualdad y respeto. A lo que hay que sumar un factor quizá más coyuntural, pero no menos relevante en estos tiempos, y es que la grave crisis económica se ceba también con estas mujeres: bien por alimentar los episodios violentos en el hogar, bien por coartar las posibilidades de estas mujeres para romper su relación y emprender una nueva vida, o por dificultar su acceso a medidas de protección -en muchas comunidades autónomas los presupuestos destinados a esta atención han disminuido notablemente- o a procesos judiciales -caso de la nueva Ley de Tasas Judiciales-. Elementos que recuerdan que ante esta lacra no cabe bajar la guardia, que ni la sociedad ni sus instituciones pueden permitirse que ninguna mujer tenga que cargar sola con este drama.