vitoria-gasteiz presume, y con sobradas razones, de ofrecer altos indicadores en servicios y calidad de vida -destacados en todos los estudios sobre ciudades-, de una equilibrada sostenbilidad medioambiental que le ha valido el relumbrón de la Green Capital y, sobre todo, de un alto grado de cohesión social, heredero fundamentalmente del modelo desplegado por el alcalde José Ángel Cuerda en los años ochenta. Pero hoy no todo es rosa o verde en una Vitoria que acusa, como el resto de las ciudades, el zarpazo de la pobreza y de la progresiva depauperación de sus clases medias como consecuencia de una larga crisis que ha empezado por castigar a los sectores más vulnerables, pero que termina afectando a la conviviencia social. El Estudio de modos de vida elaborado por el Ayuntamiento gasteiztarra -del que DNA da cuenta en su edición de hoy- apunta datos tan ilustrativos como que casi la mitad de la riqueza está en manos del 20% de las familias vitorianas o que en los últimos cinco años la renta ha subido un 20% de media, aunque ha descendido en los tramos más bajos. Pero aparte de estos indicadores de aumento de la desigualdad, ha comenzado a emerger una nueva y dramática realidad en el hasta ahora acomodado paisaje de la apacible Vitoria. Y es que la crisis económica, a pesar de ser menos acusada en Gasteiz que en otros puntos del Estado, ha iniciado también entre nosotros la espiral de sus consecuencias sociales, hasta el punto de afectar no sólo los sectores tradicionalmente más castigados -como pensionistas o inmigrantes-, sino también a grupos demográficos que hace tan sólo unos meses se consideraban clase media. El exponencial aumento del desempleo o la exposición crediticia a la que se había empujado a los ciudadanos durante años de expansión empiezan a provocar situaciones de carencia que el modelo de cohesión social de Vitoria había pretendido superadas. Este panorama exige de las instituciones públicas -y en este caso, particularmente del equipo de gobierno municipal del PP- un especial empeño a la hora de reasignar prioridades e impulsar medios de reactivación económica. Y es que la crisis empieza a dejar de ser un ciclo coyuntural y amenaza con provocar cambios estructurales que amenazan seriamente el modelo Vitoria.