Podríamos charlar un rato sobre el nuevo diccionario de la crisis, que incluye eufemismos, circunloquios y boutades vacías como "familia de buena fe", "signos positivos", "casos extremos" o "señales esperanzadoras"; ya saben, de los productores de "brotes verdes". Incluso podríamos hacer unas risas y recuperar una vez más mi teoría de reír por no llorar, confeccionando alguna lista con la políticos y bancos/cajas -incluso los hay, pásmense, en ambos grupos- que llevan varios días cayéndose del guindo o del caballo, según prefieran o no referencias bíblicas; y, no solo eso, los hay que no dudan en sostener que ellos siempre han estado detrás de la pancarta. Podríamos partirnos a mandíbula batiente -somos gente con un humor inagotable- de los políticos que a bombo y platillo publican lo austeros que son y lo mucho que renuncian a privilegios en ¿eficaz? campaña propagandística. Porque el populismo, señores, está de moda. Podríamos incluso ponernos serios y especular sobre la razón que explica por qué Europa hace unos meses clamaba en el desierto de Moncloa para que el Gobierno español pidiera el rescate -lo pedían en alemán, que suena muy marcial y parece difícil de desobedecer- y ahora resulta que España va bien, que ven señales oiga, y que mejor esperamos un poco para eso del rescate. Me preguntaría si Angela Merkel es como el niño de El sexto sentido, aunque evidentemente sí, ella ve países muertos todos los días... Vaya, yo que iba a escribir sobre los EMA de la MTV y me he quedado sin sitio.
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