HOY les quiero hablar de S. Me he acordado de él con el lío éste de la Semana Santa. Es un rojo. Uno de ésos que se forjó cuando serlo era, digamos, poco rentable. Y es un intelectual. Sólo puedo imaginarlo pegado a un libro. Bueno, de hecho fue librero, un oficio cuya casi extinción sólo acrecienta su dignidad. Y hago este paréntesis para apuntar que llegará el día en que las librerías, las de verdad, habrán desaparecido y el mundo será un poco más triste e ignorante de lo que ya es y todo eso será, sí, culpa nuestra. Continúo. Pero además de todo eso, y de coleccionar pipas, S tiene un afilado sentido del humor, virtud en extinción. Como las librerías. S es un tipo en extinción, ya está. Pues S se lía un buen día la manta a la cabeza y se mete a concejal de su pueblo, uno de esos en los que todo el mundo se conoce. Rojo, pero de los de espíritu crítico, no se deja reclutar pese a los variados intentos. Él, de independiente. Y en éstas que llegan las fiestas patronales, con la obvia e imprescindible procesión en honor al patrón. Comidilla en el pueblo. ¿Qué hará S? No irá. ¿Cómo va a ir si no ha pisado la iglesia en las últimas décadas? El casino, epicentro de la realpolitik municipal, dicta sentencia y asiste al sacro evento con el aliciente de verificar la ausencia y regodearse en su predicción. Y procesiona el santo de rigor, con el párroco detrás... acompañado por S, sonrisilla divertida bajo el mostacho tras su nuevo triunfo sobre la masa estupefacta. ¡Joder con el rojo! S charla con el párroco. A los dos les gusta el cine. Hay quien se dedica a construir muros y quien se dedica a derribarlos... o por lo menos a tocar las narices.