sentir vértigo ante un folio en blanco y respeto ante la primera frase es una sensación compartida por muchos escritores y una leyenda muy literaria, salvo para los juntapalabras periodistas, obligados a redactar 362 libros al año olvidándose de cada uno al día siguiente, a hacerlo deprisa y además a hablar de todo. Pero si resulta meritorio llenar páginas de tinta, no lo es menos vaciarlas en un ejercicio creativo de volver al folio virgen, que debe ser algo así como descubrir el vacío en las cajas de Jorge Oteiza o el blanco sobre blanco en los cuadrados de Kazemir Malévich. Viene todo esto a cuento de intentar armar una especie de justificación ante los blancos que los clichés sexistas nos atribuyen a los tíos, algunas veces -no entro ya en si las más o las menos- hasta merecidamente. El cachondo profesor de Psicología Sheridan Simove acaba de causar furor en Gran Bretaña con un libro titulado What every man thinks about apart from sex, (Qué piensan los hombres aparte del sexo) y que en unos días ha sido best seller. Consta de unas 200 páginas... todas ellas en blanco. Y el autor -no se lo pierdan- asegura que detrás de su obra hay muchos años de investigación. Desconozco qué les habrá llevado a tantos lectores -ha superado en ventas al Código Da Vinci- a pagar 5 libras por el libro. Quizás sea la búsqueda de un universo en blanco lleno de posibilidades creativas, o simplemente un espíritu de autocrítica de los tíos, que suele ser un raro pero buen comienzo para el folio en blanco que nos dibujó Sigmund Freud más allá del sexo.
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