gran parte de esos espacios de oportunidades que los gasteiztarras hemos proyectado en nuestro imaginario colectivo tienen forma de una maqueta de moderna estación intermodal y soterrada, presidida por un enorme letrero de neón en luces verdes en el que se leerá Llegadas/Helduerak, con el subtítulo de V-G"k ongietorria egiten dizue/V-G les da la bienvenida (a no ser que la plataforma del modelo A consiga para entonces que los mensajes figuren sólo en perfecto cristiano para que los únicamente castellanohablantes no se sientan discriminados). La desbordante afluencia de visitantes que a buen seguro atraerá el TAV convertirá probablemente a esta ciudad en una especie de Meca de la sostenibilidad y de la excelencia acústica para el gentío que arribará deseoso de descubrir los encantos secretos de V-G. Pero estas expectativas no terminan todavía de cristalizar en una oferta concreta (cultural, medioambiental, lúdico-gastronómica o lo que sea), lo que nos lleva a preguntarnos: ¿pero quién demonios va a venir? Y, sobre todo, ¿para qué? Lo bueno -o lo malo- de los trenes es que, con el cambio de agujas, son de ida y vuelta y lo mismo sirven para llegar a un destino como para salir de él, corriendo o no. A ver si al final va a resultar que el Ayuntamiento tenga que encargar otro gran letrero en el que se lea Salidas/Irteerak porque el ansiado TAV vaya a servir no tanto para que V-G se vea desbordada de foráneos como para que los gasteiztarras partamos a descubrir mundo y esta ciudad regrese a la placidez su provinciano encanto decimonónico.
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