Curioso título para mi crítica. Aun reconociendo los aspectos positivos de la telefonía móvil, me siento impotente ante la cantidad de abusos que sufrimos los consumidores con respecto a las poderosas compañías que manejan nuestras vidas a través de nuestros peligrosos móviles. Para nuestra desgracia han logrado lo que realmente era su objetivo: que millones de personas no podamos vivir sin el mencionado aparatito.

Me siento impotente ante estas facturas que me llegan con un cobro incorrecto (casi 20 euros más, vigilen bien sus facturas?) a las que no puedo reclamar ante la imposibilidad de que me atienda alguien con fundamento.

Me siento impotente y desquiciado ante la maquinita que me contesta diciendo sí, continúe, no le entiendo? y no digamos ante la persona con acento sudamericano que me quiere vender la moto de que ha habido un porrateo, ¿querrá decir pitorreo?

Me siento impotente porque pierdo parte de las horas de mi trabajo intentando explicar que hay un error, que me han cobrado de más... En fin, dejo a un lado mi trabajo (soy autónomo y necesito el condenado móvil) y no consigo que nadie me diga cuándo y cómo me van a devolver mi dinero. Hace días que también presenté otra reclamación de la que no he sabido nada.

Me siento impotente ante esta administración que permite que a los consumidores nos asalten en nuestros cobros con toda impunidad.

Me siento impotente y enfadado pensando la cantidad de pasos que tengo que dar para que se me reconozca un error que no es mío.

Me siento muy impotente y apenado por el daño que estamos ocasionando a nuestra juventud y en algunos casos tierna infancia al facilitarles la entrada en este terreno pantanoso y sobre todo el daño proporcionado a las familias en su ya maltrecha economía.

Me siento impotente porque ya no sé qué hacer, a quién acudir y sobre todo porque habrá muchos lectores que se verán reflejados en mi pequeña tragedia.