en una época en la que vemos cómo los derechos laborales y sociales de la ciudadanía de a pie se caen por los suelos, hay algunas noticias -pocas- gratificantes. Vivimos momentos de rebajas de sueldos, de expedientes de regulación de empleo inmisericordes, de congelación de pensiones, de abaratamientos de despido -perdón, reforma laboral que siempre se me olvida el nombre oficial-, de retrasar la edad de jubilación, de aumentar el tiempo de cotización para optar a ella, de ahorcamiento crediticio, de una policía que más que velar por nuestra seguridad se dedica a recaudar fondos para las paupérrimas arcas municipales, de prohibiciones varias, de subidas de impuestos a lo bestia.... Y en esto llega un juez y dictamina que si una persona no puede pagar su crédito hipotecario entrega la casa al banco y listo: deuda cancelada. Por supuesto, el BBVA va a recurrir hasta donde haga falta, no sea que los demás aprendamos la lección y empecemos a ir a las sucursales llavero en mano. ¿Se imaginan? Todo el negocio que los bancos se han montado a costa de condenarnos de por vida-"¡No se preocupe, pida un crédito por el 110% del valor de la casa y así la amuebla y se compra un coche de paso!"- desbaratado de un plumazo: "Me han despedido, se me acaba el paro y ya no puedo pagar la casa. Se la devuelvo". Y te quedas sin casa, pero sin deudas, que Dios (o sea, el sistema) ahoga pero no aprieta. Eso ha dicho ahora la Audiencia Provincial de Navarra, al menos. Aún no se crea jurisprudencia, aunque todo se andará. Ojalá.