Álava está demasiado acostumbrada a que el gobierno de su Diputación esté sometido al vaivén de los pactos y, de hecho, en las dos últimas investiduras no ha sido precisamente el candidato más votado en las urnas quien haya resultado finalmente investido diputado general, sino que este cargo ha estado sometido al albur de la geometría variable de la coyuntura política de turno. Así como la victoria electoral del nacionalista Álvaro Iturritxa fue truncada por el regalo que el PSOE decidió desde Madrid hacerle al PP en favor de Ramón Rabanera, en la última sesión Xabier Agirre se valió de su mayor margen para concitar acuerdos aprovechando el divorcio de socialistas y populares, que le quitó la miel de la boca a Javier de Andrés. Sin embargo, el PP Álavés tiene esta espina muy clavada y no está dispuesto a perdonar al PSE que la cacería del gobierno del cambio no le permitiera cobrarse la preciada pieza de la Diputación perdida. Pero la veda sigue abierta y las presas más cotizadas para los populares ante el reparto posterior a las elecciones de mayo son el Ayuntamiento de Getxo y Álava. Es el irrenunciable precio de la extensión del cambio y así lo han hecho saber en círculos privados. Este contexto dota a las palabras con las que se despachó ayer el portavoz socialista José Antonio Pastor de una significación que va más allá de la literalidad de las declaraciones. Dice el dirigente del PSE que no hay ningún pacto previo con el PP, que todo dependerá de los resultados electorales y que su partido está abierto a los acuerdos con todos. Hasta ahí, el dirigente socialista no se sale del vademécum de la política que dice que es mejor no anticipar pactos postelectorales. Pero a Pastor se le escaparon también -o las dejó caer deliberadamente- un par de expresiones que, cuando menos, aportan alguna pista: que después de las forales y municipales no habrá una "extensión automática" del acuerdo PSE-PP -matiza el adjetivo pero no el sustantivo- y que su apuesta pasa por "enganchar" las diputaciones al "nuevo tiempo político" del Gobierno López. Es decir, lograr el gobierno de cualquiera de las diputaciones con quien sea, aunque evidentemente la percha que el PSE tiene más a mano para enganchar poder pasa por el PP y, por ende, por Álava, cuyo electorado se ve de nuevo condenado a los vaivenes de ser moneda de cambio.
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