AL pensar en estas líneas planeaba ensañarme, pero en el último momento me he puesto navideña. Qué quieren, una también tiene su corazoncito y cierta querencia solidaria con el perdedor, aunque dudo de que este apelativo sea apropiado en este caso. A lo que iba. Faltaban unos segundos para que se fallara la sede del Mundial de fútbol de 2018, cuestión que como comprenderán me tenía sin dormir desde hacía tiempo por múltiples razones que seguro que comparten, y leo en una web un titular de ésos que te llegan como ciudadano y contribuyente de un estado con más de cuatro millones de parados, sumergido en una curiosa espiral de privatizaciones y recortes del Estado de Bienestar y en plena crisis financiera de órdago a la grande. "El fútbol es nuestra vida". Joder, me digo. Y yo sin saberlo. A ver quién es el gurú. Ángel María Villar. Vale, vale. Insigne presidente de la Real Federación Española de Fútbol. Ahora me lo explico todo. El fútbol, efectivamente, es SU vida. Literalmente hablando. La mía... Que piense. Me frieron con el Mundial de Sudáfrica y sigo teniendo pesadillas hiperglucémicas con el happy end de Casillas y Carbonero, aún no he conseguido superar el previo del enésimo clásico del siglo -éste sí que sí, el definitivo, hasta que se juegue la segunda vuelta- así que confío que allá por febrero haya podido dejar atrás la manita del Barça y la entrada de Ramos, en plan local me adoban con el Real Sociedad-Athletic y no hay tema más foral en los últimos tiempos que el Alavés. No, si al final va a resultar que Villar tiene razón. El fútbol es nuestra vida y, si no, también.
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