QUIENES viajen con cierta frecuencia en el tranvía se habrán dado cuenta de que un papel publicitario lo envuelve como si fuera un regalo navideño que nadie ha pedido. Confieso que me parece un horror, pero entiendo que para hacer caja cualquier espacio es susceptible de convertirse en soporte para un anunciante pagador. A veces se trata de campañas de grandes empresas, como la que ha forrado recientemente de naranja vagón tras vagón con el objetivo de vendernos un móvil o una línea de cable por la que los datos viajarán a velocidades ultrasónicas; en otras ocasiones, como la que justifica estas líneas, es un partido político el que alquila la piel del tranvía para mostrar sus mensajes. Y acojona, señores. Llevo varios días entrando en los dos candidatos del PP para las próximas elecciones. Hay viajes en que traspaso el umbral de Javier Maroto y llego a su interior; hay otros en que me interno por los pliegues de la chaqueta de Javier de Andrés. Y sonríen mientras los viajeros nos introducimos en ellos. Esta campaña en movimiento es como el Gargantúa de las fiestas pero para todos los públicos, salvo que entras y sales por el mismo sitio, siempre que no te bajes en la parada de la calle Honduras. En fin, el partido tendría que cambiar de melodía electoral y en lugar de sonar Stand by me proponer Hay un amigo en mí. Mientras el PP se decide, y para superar el momento de llegar a las entrañas de sus candidatos, milito en los recientes fraseos de Kodigo Norte: con ellos el viaje sí mejora. One love/One shot.
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