alerta Zapatero de que el actual sistema de pensiones correrá serio peligro en un plazo de diez o quince años, o sea justo a tiempo para que una gran mayoría de actuales trabajadores empiecen a acojonarse. El tremendo aviso sirve, por supuesto, para justificar las medidas que se plantean, es decir, o bien elevar los años de cotización y/o bien retrasar un par de años -o cinco- la edad de jubilación. Primero nos mete miedo (estoy tentado de llamarlo terrorismo político pero no me atrevo) y después nos aliviará diciéndonos que no nos preocupemos, que él lo arreglará todo, eso sí, apretándonos hasta dejarnos los huevillos como si nos acabáramos de bañar en alguna ría gallega. Oí ayer que la CEOE de Díaz Ferrán -¿cómo es posible que este empresario objetivamente inútil siga siquiera atreviéndose a abrir la boca?- apoya al Gobierno en todos estos temas. ¡Buff! Mal augurio si los empresarios coinciden con los presuntos socialistas. ¡Temblad, trabajadores! Lo peor no es que modifiquen los marcos laboral y postlaboral sino que cada medida que se anuncia parece surgida de la improvisación más absoluta. ¿Pues no decía Zapatero poco antes del verano que las pensiones estaban garantizadas sine die, que el Pacto de Toledo era inquebrantable y que para tocarle un pelo a los jubilados habría que pasar poco menos que por encima de su cadáver? Pues ya ven. Aunque tampoco le doy excesiva credibilidad a lo de ahora, claro. Quizá llueva en octubre, mejoren las cosechas y cambie el análisis. Como el tiempo.