Hace unos años, ciertos grupos ecologistas adornaron las ciudades con carteles que decían ¿Nucleares? No, gracias, lo cual tenía razón de ser sobre todo tras accidentes como el de Chernobil. Pero hoy, cuando la mayor amenaza es el cambio climático, ni una sola de esas organizaciones ecologistas -por cierto, generosamente financiadas con dinero público- dice nada de las centrales térmicas, principales causantes del calentamiento planetario al emitir CO2 y azufre.
Además, el Gobierno está financiando con dinero público la energía térmica, perjudicial por contaminante, deficitaria y obsoleta. Cientos de millones de euros son destinados a una actividad perniciosa, pues contribuye decisivamente en el cambio climático.
Mientras tanto, el mismo Gobierno ha retirado las inversiones en investigación y los incentivos al uso sobre energía solar, cuando es la única energía que puede frenar el cambio climático.
Estamos ante un Gobierno que defiende los intereses de quienes nos perjudican con el cambio climático, un Gobierno que obstaculiza la sustitución de los combustibles fósiles por la energía solar, y de unas organizaciones ecologistas que persiguen intereses bastardos.