EN la volcán islandés ha causado la paralización de las comunicaciones aéreas en toda Europa. Las emisiones de anhídrido carbónico y de otros gases invernadero son de una magnitud extraordinaria y es un proceso natural que nos ha precedido en múltiples ocasiones. La atmósfera, también en procesos de cambio, está pasando en pocos años de unas 200 partes por millón en carbono a más de 300. James Lovelok predice que si se superan las 500 partes por millón, el proceso es irreversible y el cambio climático no tiene vuelta atrás.

Pero también este gran científico independiente y defensor de la energía nuclear, formulador de la teoría Gaia, nos dice que la madre tierra funciona como un organismo que se depura así mismo. Y anecdóticamente eso está pasando. Mientras que el dichoso volcán nos inunda con sus gases y cenizas, la suspensión de los vuelos que ha llevado consigo compensará en parte las toneladas de emisiones que se vierten cotidianamente a la atmósfera los aviones en su ir y venir.

Loo que resulta más anecdótico aún es que la reunión de los ministros responsables de los transportes se tenga que realizar a través de una videoconferencia. Y esto es un importante dato que tomar y llevar a cabo. Es evidente que tecnológicamente es posible ese tipo de reuniones y con un gasto mínimo de energía, y por necesidad ante el colapso aéreo, la han utilizado. Tomen nota empresas, políticos y organizaciones que esto es posible cuando la necesidad lo impone. Tómese también como necesaria, de aquí en adelante esta forma de reunirse y de intercambiar opiniones y estrategias, planes y proyectos.

Claro, el glamour del avión, hoteles, prensa y cámaras queda bastante deslucido. Y el ahorro en transporte, hoteles, comidas, regalos, etc. es ingente, y esto también es necesario, sobre todo en un mundo occidental en crisis por desmesurada afición a la ganancia y las imprevisiones financieras. Es importante cualitativa y cuantitativamente por el efecto multiplicador y ejemplar que puede llegar a tener.

Indudablemente sentarse a cenar con el ministro amigo, con el embajador del país al que se viaja o jugar a ser grandes piezas del ajedrez mundial puede ser interesante, pero casi como que a los ciudadanos esas cosas no les llegan, y lo que sí le llega es el pragmatismo de que la reunión debe de servir para solucionar problemas puntuales, como ese ciudadano hace en las interminables reuniones de vecinos que, dicho sea de paso, también sirven para cotillear, echarse los trapos a la cara y establecer bandos de escalera ante la reforma del portal o el debate sobre el ascensor.

Manuel Cañadas