EN la joven democracia española están pasando ahora cosas que pasaron en Europa hace muchos años en otras democracias mucho más viejas. Deberíamos haber aprendido estas cosas y tenerlas superadas, pero está visto que tenemos que tropezar muchas veces en la misma piedra para aprender bien la lección. Supongo que los que lean este artículo vieron hace ya años La naranja mecánica, de Stanley Kubrick. Pues bien, estarán de acuerdo conmigo que los hechos que sucedían en esta película están pasando casi todos los días en nuestras ciudades. Los prototipos suelen ser jóvenes de familias bien acomodadas y que han llegado a esta edad sin conocer el mínimo esfuerzo, ya que papá y mamá les han evitado que choquen con la mínima dificultad. Pero el aburrimiento es muy malo porque sólo trae cosas desagradables y estos chicos necesitan emociones fuertes. Así que durante el día se dedican a programar sus futuras acciones, todas buenas naturalmente, y por la noche a ejecutarlas.
Continuamente vemos violaciones a menores, palizas a indigentes, carreras de coches en carreteras normales, y si puede ser en dirección contraria para darle al asunto más emoción... Ejemplos de bandas de estos niños los tenemos a montones. Pero voy a destacar tres. El primero es el de un grupo de niños bien, de padres pudientes, que le metieron fuego a una indigente que dormía en un cajero. Esta acción estuvo perfectamente programada y llevada a cabo en su totalidad, pues abrieron el cajero, rociaron a la pobre mujer con gasolina y le prendieron fuego hasta calcinarla. La segunda acción de estos grupos desocupados es a una broma a la cual ya le dediqué un artículo y que consistió en meterle a un compañero aire a presión por el trasero con un compresor de un camión. Por supuesto, lo reventaron por dentro. Y la tercera y más espeluznante fue lo que le hicieron a la pobre desgraciada Sandra Palo, que la violaron, maltrataron, la tiraron al suelo pasando el coche por encima de ella y después, estando aún viva, le rociaron de gasolina y le metieron fuego. Tres ejemplos espeluznantes producto de esta sociedad del bienestar que nos han endosado, y que el bienestar se lo están llevando sólo unos cuantos listos que han aprovechado el cambio para forrarse ellos y sus familias. Ellos lo tienen claro, hay que llevárselo calentito mientras me dure el cargo, que después vendrá otro y se lo llevará cuando me vaya. Estoy seguro de que esto se arreglaría si tuviéramos unos buenos políticos que hicieran unas leyes coherentes y efectivas para esta sociedad, pero esto no interesa, porque a lo mejor yo voy a la cárcel si me trincan a mí. Así de cruda es la realidad de la sociedad española y así hay que denunciarla. Difícil solución tiene esto por ahora.
Joaquín Tomás Fortunati Cendrero