EL borrador de la nueva normativa de ruidos que está preparando el Ayuntamiento de Gasteiz, inicialmente muy gravosa para los pequeños establecimientos y los llamados bares de barrio -como evidenciaron los reportajes publicados por DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA-, ha sido finalmente peinado tras el acuerdo alcanzado ayer por los grupos municipales con el equipo de gobierno socialista. A esos 600 locales que, debido a su antigüedad, carecen de blindaje acústico no se les va a obligar a insonorizarse, una inversión que, en función de la superficie del establecimiento, ronda los 150.000 euros; eso sí, tendrán que perder la categoría que posee ahora y convertirse en degustación, lo cual acarreará una modificación en los horarios: si el de cierre de un bar oscila entre las 1.30 y las 2.00 horas, en función de la época del año, con el cambio tendrán que bajar la persiana a medianoche. Y quien no quiera perder la categoría, en lugar del plazo de 5 años que contemplaba el borrador para acometer la insonorización, contará con 12, amén de la puesta en marcha de ayudas públicas para poder afrontar dicha inversión. En el fondo de la cuestión gravita el interminable debate sobre el equilibrio entre el ocio nocturno, el derecho al descanso, las obligaciones del Ayuntamiento en materia de regulación y vigilancia y, por ende, el modelo de ciudad que persigue Vitoria. El objetivo ideal sería conseguir que la hostelería -sean bares, pubs o discotecas- fuera de la mano del Ayuntamiento y de los vecinos más próximos a los locales para conseguir que la oferta de ocio nocturno en la ciudad recuperase el dinamismo de antaño. Pero el acuerdo se antoja muy difícil, ya que siempre habrá alguien que acabe considerando que pierde parte de lo que tiene. Y en esta complicada labor de conciliar intereses tan contrapuestos, el Ayuntamiento no puede hacer dejación de sus responsabilidades, y entre ellas está, efectivamente, la de velar por el descanso de sus vecinos, pero aplicando la normativa con el suficiente sentido común como para no despertar en el sector de la hostelería, uno de los nervios del ocio, la sensación de que regentan negocios proscritos. La normativa de ruidos, al menos, no es tan lesiva para los bares de barrio como anunciaba el borrador, algo que cabe agradecer a la capacidad negociadora de los grupos políticos.
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