Siempre que estoy a punto de perder la paciencia con mis hijas, me acuerdo de la que tienen los maestros, y más cuando se juntan en la clase unos cuantos revoltosos con los que no pueden hacer carrera. Esto que pasa en Primaria, no es nada comparado con la Secundaria. Siento vergüenza ajena cuando veo a dónde estamos llegando, con estas exhibiciones de vandalismo en las aulas y fuera de ellas, tanto por parte de alumnos como de padres, que desde hace tiempo estamos viendo. ¿Es que nos estamos volviendo locos? Los profesores están atados de pies y manos sin autoridad ninguna, y me parece una auténtica proeza, hoy por hoy, querer ser maestro.
Y es que a los padres se nos ha olvidado inculcar a nuestros hijos los valores de siempre. ¿Donde han quedado el respeto, la honradez, el compromiso, la palabra, el esfuerzo... y tantos otros? El compromiso y la palabra de la gente ya no tienen el valor de antaño. Antes un hombre te daba su palabra y era un contrato firmado a fuego. Hoy quedan contigo en algo y mañana se olvidan de lo dicho, la honradez brilla por su ausencia, ya no se respeta a nadie ni nada. Y es bien fácil discernir el bien del mal, a los de nuestra generación nos lo enseñaron de pequeños. ¡Como yo vea que le contestas a un mayor....! Me decían mis padres, o ¡Como me tengan que dar quejas de ti por algo... prepárate! Y por la cuenta que te traía, les hacías caso.
Pero ahora, nos hemos vuelto padres cómodos, a los que nos da pereza castigar a los niños, porque llevar a cabo un castigo, es un incordio y es más fácil darles lo que piden y que se callen. Así, desde pequeñitos se convierten en tiranos, vagos y sin educación alguna. Pero nos cuesta demasiado trabajo aprendernos esta primera lección: "Los primeros que vamos a sufrir las consecuencias de este despropósito somos nosotros, los padres". Por eso, no puedo entender a qué estamos esperando para cambiar de actitud. ¿O es que creemos que esto lo pueden enderezar los políticos o desde las escuelas?
La educación de los hijos, a ver si nos enteramos, se imparte en casa.
Asun Jiménez Colón