Decía Abraham Lincoln que hay momentos en la vida de todo político en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios.
Esto es lo que debería haber hecho Patxi López cuando dijo en Madrid -mientras le hacían la ola toda la clase política hispana desde el rey hasta Esperanza Aguirre- que "el cambio en Euskadi se ha producido tan rápido que los vascos no lo valoran". Ahí queda eso.
Ya no es que él y su gobierno no han sabido comunicar bien todo lo que están haciendo, no. Ahora es que somos los pobres vasquitos los que no estamos a la altura de tan magno representante, al no apreciar en lo que vale el cambio, o mejor dicho el cambiazo y la anormal normalidad que nos ha traído gure Patxi de la mano del Partido Popular, y no lo valoramos como debiéramos.
Lo normal es que todo político pierda el contacto con la realidad al cabo de unos años en el poder. Patxi es diferente hasta en eso. A él sólo le ha hecho falta pasar ocho largos meses en Ajuria Enea para hacerlo. Y es que lo peor de la ignorancia es que a medida que se prolonga, adquiere confianza.