eL rechazo a las más de mil enmiendas presentadas por los grupos parlamentarios de la oposición al proyecto de Presupuestos 2010 del Gobierno que preside Patxi López dejó las cosas bien claras: en la gestión de este país sólo cuentan el PSE y su socio preferente, el PP. Eso sí, con la limosna a UPyD, que apoyó la investidura. Las Cuentas de Lakua serán, por tanto y por primera vez en los últimos años, totalmente exclusivas de una de las dos grandes sensibilidades políticas representadas en la Cámara vasca. Y exclusivas es todo lo contrario de compartidas y sinónimo de excluyentes. Ni el pacto de estabilidad institucional derivado del apoyo del PNV a los Presupuestos del Gobierno de Zapatero en Madrid ha permitido avanzar hacia un acuerdo presupuestario más amplio, posiblemente tan complicado como necesario en plena crisis económica. Aquí sólo juegan PSE y PP, que no tuvieron en consideración las más de mil aportaciones del resto de la oposición. Ni asomo de la transversalidad publicitada. Ni asomo del Gobierno de todos. Ni asomo del Gobierno del Cambio. Los Presupuestos vascos nacerán con el mismo espíritu frentista que dio pie a la creación del actual Ejecutivo, preocupado exclusivamente de su uniformidad ideológica contra el nacionalismo vasco y con la misma dependencia socialista respecto a la formación que lidera Basagoiti. Hace un año, el mismo Gobierno tripartito de Ibarretxe al que se acusaba obsesivamente de excluyente logró un acuerdo transversal con el PSE aceptando de éste enmiendas por valor de 46,2 millones de euros -tres veces las acordadas este año entre PE y PP- además de créditos de compromiso por otros 27,4 millones. En el curso anterior, el acuerdo fue por 40 millones. Esta vez, las 249 enmiendas parciales presentadas por el PNV -el mismo partido que el PP veía como garantía de experiencia en la gestión económica al que era preciso tener en cuenta- y las 770 del resto de los grupos sólo quedaron reflejadas en el diario de sesiones. Constatada la dependencia del PSE de su socio preferente que le marca cada una de sus decisiones estratégicas, queda clara la ausencia total de voluntad de ambos partidos para no acordar nada y el final de la normalidad, es decir, los acuerdos entre diferentes.