NO es algo nuevo pero la verdad es que cada día aumenta entre la ciudadanía el hecho de comprobar que ante los poderes públicos los administrados se sienten indefensos. La maquinaria del estado como el Gran Hermano de Orwell vigila y sabe de todas y cada una de nuestras actuaciones y quién sabe si también llegue el día que hasta descubra los más reconditos pensamientos. Igualmente se percibe que quizás por hacer las cosas mal o no saber hacerlas, nuestros dirigentes (que parecen tener como único objetivo mantenerse a toda costa en el poder) esperan en demasiadas ocasiones que los problemas de la sociedad se resuelvan por arte de birlibirloque o que venga la ayuda fuera de nuestras fronteras y como zapateros remendones se limitan a parcheos y puntadas de poco calado que dé la impresión se ocupan de los ciudadanos pero no resuelven nada de nada porque entrar a fondo en los problemas puede deteriorar su imagen y que su futuro siga con prebendas.
Dos hechos que están siendo actualidad vienen a confirmar este aserto. Por un lado la aparición en escena del ya conocido sistema Sitel que permite a quien lo detenta intervenir las comunicaciones de quien le plazca y que ya tuvieron gobiernos anteriores encargados de traerlos a escena y mucho nos tememos que también lo usarían de alguna forma, que quizás nunca lleguemos a saber. Por otro lado el secuestro y liberación del pesquero Alakrana y sus tripulantes ha sido un cúmulo de disparates y desaciertos, que no tienen parangón y no cabe menos que hacer pensar que si nuestros barcos hubiesen estado protegidos (pues el peligro era conocido y no surgió de repente) con efectivos como los que sin dudar se envían a cualquier parte del mundo a unas curiosas misiones de paz que producen bajas como en las guerras, probablemente no se hubieran producido hechos tan graves. Y si se produce el secuestro para la solución que se le ha dado no hacía falta esperar 47 días. Tampoco parece una forma muy en línea para roteger el principal derecho como es el de la vida, la legislación que parece saldrá adelante sobre lo que el derecho romano se llamaba el nasciturus y es que facilitar el que muchas personas se queden en el camino de la vida no parece lo más adecuado. Pero mientras quienes tienen las riendas del poder dediquen todos sus esfuerzos a descalificar al adversario, a procurar ser un aprovechategui consiguiendo llenar sus bolsillos como sea y hacer de la zafiedad su norma de vida, estamos apañados.
Fernando Semprún Romeo