esta semana ha estado marcada por un alto grado de movilización y concienciación en torno al día contra la violencia machista, pero los importantes logros legales y sociales que, sin duda, se han conquistado en los últimos años quedan eclipsados por la evidencia de que los roles que están en el origen de las agresiones a mujeres tienden a reproducirse entre los jóvenes. Una sentencia de la Audiencia de Cantabria decidía absolver a un joven por haber amenazado y coaccionado a su ex novia para que volviera con él al entender el tribunal que la suya era una relación "sin proyecto de futuro", por lo que las agresiones no se podían considerar violencia de género. La misma salvedad -la inexistencia de la tipificada violencia de género- fue advertida por el juez al jurado del caso de Nagore Laffage para que esta posibilidad no fuera tenida en cuenta en sus deliberaciones. No resulta fácil ante la opinión pública hacer valer argumentos jurídicos de este tipo cuando de lo que se está hablando es de hechos tan dramáticos como las agresiones, o incluso el homicidio, en los que las mujeres son las víctimas en la inmensa mayoría de casos. La continua sucesión de hechos en los que son agredidas, vejadas y maltratadas evidencia que esta sociedad tiene un serio problema en la manera en la concibe las relaciones de pareja, en demasiadas ocasiones basadas más en la sumisión y en la dependencia que en la igualdad y el respeto. A eso se le denomina violencia contra las mujeres, por mucho que las leyes hayan contemplado normas concretas para los casos en los que existe un maltrato continuado. A pesar de que muchas veces no se pueda demostrar la existencia de agresiones repetidas en el tiempo en el marco de una relación afectiva, la violencia contra las mujeres es una realidad que abarca todas las esferas de la sociedad, ya que no entiende de clases, razas, ni siquiera de edades. La plataforma alavesa del 25 de noviembre acaba de elaborar un mapa de zonas peligrosas de Vitoria-Gasteiz -del que hoy informa DNA- para sacar a la luz los puntos negros con riesgo constatado para las mujeres en la capital alavesa, todo un símbolo de que en nuestro entorno cercano, también en nuestra moderna y abierta ciudad, persisten y se reproducen comportamientos y actitudes mucho más sutiles y difíciles de detectar que un paso peligroso.