Tras hacer una incursión en la novela histórica, el escritor donostiarra vuelve a las librerías con La rosa blanca, una novela en la que nos lleva al Madrid de 1977. Justo cuando el subinspector Herrero se une al grupo de Homicidios de la Brigada de Investigación Criminal del Cuerpo General de Policía, se enfrenta al asesinato de una viuda, propietaria de una joyería. Casi simultáneamente, fallece un hombre jubilado tras un sospechoso atropello. Estas son solo las primeras muertes trágicas de una serie de crímenes que no ha hecho más que comenzar. “Con la ayuda del veterano inspector Pineda, el subinspector Herrero pronto llega a la conclusión de que los asesinatos están relacionados con un episodio infame de la Guerra Civil española: la ejecución de un grupo de mujeres conocidas como Las Trece Rosas en 1939”, cuentan a modo de sinopsis. 

¿Cómo se ha sentido de vuelta a la novela negra?

Bastante cómodo. Empecé con este formato y la verdad es que es muy agradable. El problema es que tenía en mente ciertos temas sobre los que quería escribir: los vikingos, la Segunda Guerra Mundial y alguna otra cosa, pero este es un lugar muy cómodo para mí. Me desenvuelvo muy a gusto. 

Tampoco se ha alejado mucho de la novela histórica. Aquí combina ambas vertientes. No siempre es fácil encontrar el equilibrio entre novela negra, histórica…, ¿verdad?

Es cierto. De hecho, esto requiere de una serie de correcciones y es la propia editorial igual la que te encauza. Yo no me dedico a esto y siempre he escrito lo que tenía ganas. Mi idea siempre ha sido escribir algo que atraiga, que sea emocionante, pero que cuente algo, en este caso, sobre Las Trece Rosas. Yo quiero que el lector, cuando lea, aparte de divertirse con la historia, le pueda despertar la curiosidad y diga: “Me voy a informar de este tema”. Es eso, poner el divertimento al servicio de la historia.

La historia de Las Trece Rosas la hemos visto representada en series, películas, literatura… Sin embargo, rara vez la hemos visto en formato thriller. 

A mí la historia me cautivó en su día, y dándole vueltas dije: “¿Cómo podría contar esta historia, que ya estaba muy bien contada, para acercarla al lector que ha oído hablar de ello pero no conoce la historia, de una manera que sea atractiva y divulgativa?”. Así es como ha nacido esta novela. 

Después de esta novela, ¿cree que sus lectores dejarán de regalar rosas?

(Risas). No creo. Las rosas siempre tienen muchísimo poder. De hecho, la rosa blanca es el título de la novela pero también un movimiento alemán contra el nazismo. Tenía muy claro el título de la novela por todo esto, por el significado que históricamente tiene una rosa blanca. 

El escritor Iñaki Biggi. Ruben Plaza

Además de los personajes, el peso principal de la historia también lo tienen los escenarios. Tenemos Madrid como lugar central, pero también guiños a Irun, algunos apellidos que pueden ser vascos… ¿Es inevitable tirar un poco para casa?

Bueno, no sé. Tanto como inevitable no diría, pero en este caso en concreto tiene un sentido de por qué esa cercanía. A ver si el lector lo descubre (risas). 

En La rosa blanca ha vuelto a los thrillers clásicos. El inicio de la historia no parece indicar todos los caminos por los que nos va a llevar y todo va poco a poco entrando en ebullición. 

Sí. Es el estilo de novela que me gusta para pasar el rato. Como lector, te gustan diversas cosas. Sí es verdad que en un momento de relajación te apetece algo más ligero y estas novelas me cautivan mucho. Ver un misterio que no entiendes qué es lo que está pasando y por qué y empezar a darle vueltas a la cabeza me motiva mucho y es lo que he querido transmitir. 

El protagonista de esta historia es el inspector Herrero, un policía novato. ¿Cree que los lectores van a empatizar con él?

No te sabría decir. Como has dicho antes, intento que se cueza a fuego lento la novela, y me gusta hacer un personaje creíble. En este caso, con este inspector siempre me he inspirado en un policía de una película, que era un policía como entiendo yo que podría ser un investigador. Una persona humana que empatiza, que puede entender muchas cosas, que no es crédulo, pone las cosas en entredicho, las verdades universales no le convencen e intenta ser justo consigo mismo. Este policía va por ahí, no es un inspector férreo que diga: “No, esto es lo que marca la ley”. A mí me gusta que él tiene sus propios principios, se acoge a ellos, es flexible, empático, y no se echa para atrás.

Ya al principio le vemos sepultado en papeles, investigando constantemente. ¿Usted cuando escribe es igual, sepultado en papeles fruto de sus investigaciones?

Te voy a decir un sí y un no, y tiene su sentido (risas). Sí estoy sepultado bajo los papeles, pero porque soy extremadamente desordenado. Entonces, me comen las cosas, y tengo muy mala memoria. Sumados los dos factores, tenemos pilas de papeles, pero sí es verdad que me gusta ser más intuitivo. Intento que la información sea la suficiente como para vestir la situación o para que el lector se haga cargo del asunto, pero tampoco aburrirle. En la novela histórica es verdad que a veces te cuesta tanto informarte y lees y estudias tanto que al final todo te parece importante y cansas, porque a la gente no le importa. Entonces, sí que hay que tener cuidado con eso.