Nakano Takeko es una figura mítica en la cultura japonesa por luchar junto a su propio grupo de mujeres guerreras y morir en la batalla de Aizu contra las tropas imperiales practicando el código de honor de los guerreros samuráis.

Nacida en abril 1847 en Edo, la actual Tokio, en el dominio del clan Aizu, era hija de un importante oficial y fue entrenada desde niña en las artes marciales con el objetivo de cuidar la casa por la ausencia de los hombres en la guerra contra ladrones o clanes enemigos. Su maestro Akaoka Daisuke, la adoptó tras la muerte de su padre y Nakano fue educada en la literatura, la historia de Japón y en la guerra junto con la instrucción ética y moral. Integraba las denominadas Ona Bugueisha, mujeres de la casta social bushi, la misma a la que pertenecía la élite samurái, expertas en artes marciales y, en la práctica, un clan de mujeres guerreras que recibían un entrenamiento intensivo, tanto de su intelecto como del arte de la guerra, pero con otra denominación y distintas armas. 

Con 16 años, Nakano, con mil golpes de espada diarios, ya era una maestra en el combate que rechazó el matrimonio e instruía a las niñas para defender su casa y ser buenas esposas. Así lo hizo Nakano con su hermana, la joven Yuko, que después también formaría parte de su muerte y leyenda.

Guerra civil desigual

El gobierno militar del shogún estaba dominado por los clanes de samuráis mientras el emperador Komei Tenn tenía un mero papel figurativo. Era la clase dirigente del poder bajo el shogunato que gobernaba el país firmemente ejerciendo el protectorado de Japón frente a a la influencia exterior. Pero la guerra Boshin empezaba gestarse con un incidente prebélico en 1853 cuando el comodoro Matthew Perry ofreció el ultimátum de romper el aislamiento en un año o comenzar la guerra contra el shogunato, el mando militar regido por el sistema feudal.

La tensión crecía por la influencia occidental que veía en el proteccionismo una resistencia para sus intereses comerciales. Japón se vio fraccionado entre el aislamiento del shogunato y el poder del emperador abierto al exterior y, por tanto, a su dinero. La familia Nakano (el apellido delante) se mantuvo fiel a los clanes integrando las fuerzas rebeldes cuando en 1868 los barcos de guerra americanos comenzaron la invasión estallando una guerra civil desigual en armas y efectivos. La fuerzas imperiales contaban con un gran arsenal bélico y estaban entrenados por Occidente, mientras los clanes samuráis, armados con espadas y flechas, caían derrotados batalla tras batalla.

Las mujeres, a la batalla

La resistencia fue replegándose y con 21 años Nakano, presenciando cómo la región de Edo perdía posiciones y contra la voluntad de los propios samuráis, se puso al frente de una veintena de mujeres Ona Bugueisha, junto a su hermana y su madre. Todas voluntarias para lanzar un ataque que rompiera el avance de las tropas imperiales. Las guerreras, armadas con sus afiladas naginatas y cuchillos, acudían a la muerte a manos de las tropas occidentales con orden de capturar a las mujeres con vida, lo que permitió a Nakano acercarse a la primera línea de batalla.

Nakano recibió un disparo en el pecho en el impacto contra las filas enemigas y su final ganó a su ardor guerrero. Con la batalla perdida, no estaba dispuesta a morir a manos del enemigo en el campo de batalla. Yuko la decapitó después de que Nakano terminara de morir quitándose la vida con su daga siguiendo el ritual de los hombres. “No se llevarán mi cabeza como trofeo”, señaló antes de poner en marcha el código de honor de la última samurái reconocida como una enorme figura histórica en Japón. Su cabeza se enterró bajo un árbol en el templo de Hokaiji, en la actual Fukushima, donde se levantó con honores un monumento en su memoria en presencia del propio comandante imperial. 

En la actualidad, jóvenes de Aizu se visten anualmente con ropas nobles del periodo Edo y procesionan con bandas blancas en sus cabezas para recordar a Nakano Takeko, su pequeño ejército de guerreras y aquella época convulsa donde las mujeres samuráis constituyeron el 30% de los efectivos en las filas contra las imponentes tropas del emperador.

Muerte y armas de mujer

Las mujeres samuráis portaban distintas armas y su muerte por el código de honor también era distinta a la de los hombres.

Las mujeres samuráis portaban distintas armas y su muerte por el código de honor también era distinta a la de los hombres.

 A diferencia de los hombres, el arma de las guerreras japonesas no era la katana sino la naginata, una lanza con una hoja curva en lugar de una pica. Compensaban así el tamaño y la fuerza de los enemigos masculinos y mantenían al rival a distancia. Era un arma versátil, tanto en la lucha cuerpo a cuerpo como en las refriegas contra caballerías. Las Ona Bugueisha enseñaban el manejo de la naginata a otras mujeres además del arco y las flechas y donde también resultaron sobresalientes.

Además, portaban la daga kaiken, recibida de sus madres de adultas para suicidarse por ser deshonradas o derrotadas en los combates porque su muerte por honor también era distinta. En lugar del seppuku o hara-kiri, la tradicional ceremonia en la que el samurái se apuñalaba el vientre para después ser decapitado por un asistente, las mujeres se entregaban al jigai, adoptando una posición honorable para la gloria atándose las piernas para después, seccionarse el cuello.