Lo de Luis Miguel y Paloma Cuevas es la típica historia de amistad, que tras una abrupta ruptura y grandes dosis de roce y cariño, se transforma en toda una experiencia de amor. Casi religiosa, como entonaría Enrique Iglesias. La que parece ya confirmar el noviazgo formal entre el cantante mexicano y la inteligente empresaria y modelo cordobesa. La misma que tanto sufrió cuando el hortera de su ex marido, Enrique Ponce, abandonó el nido familiar (y ese look relamido con tufo a Brummel y gomina) por el flechazo adolescente que pronto sintió por Ana Soria, con la quien jugó al pez y al tiburón sobre un hinchable de cocodrilo en las playas de Almería. Todo un despropósito púber para alguien que peina canas desde hace años, y sobre todo para una familia que quedó en shock inmediato tras ver las instantáneas.
Quizá por ello, y huyendo de tanto bochorno, Paloma se refugió tras los primeros meses de la ruptura en su buen amigo Luis Miguel. Colega también de Ponce, aunque con muchas más dosis de solarium. Y lo que durante meses solo fueron rumores y besitos inocentes catalogados de amistad, ahora ya es un romance en toda regla. Entre pijos, eso sí, pero con la presencia del amor. Tanto que ya se dejan ver acarameladitos por la calles del centro de Madrid. Una ciudad en la que Luis Miguel cerró un exclusivo centro comercial para que pudieran realizar las compras navideñas lejos de los ojos curiosos y, por supuesto, de los objetivos fotográficos.
Tal y como informa la revista Más, el amor ya debe estar tan asentado que el Sol ha decidido fijar residencia en España, "donde vive a caballo entre Madrid y Marbella". ¿El objetivo? Estar más cerca de Paloma. "Un paso más hacia esa boda que cada día que pasa tiene menos pinta de ser un rumor", según apuntan las malas lenguas del papel couché.