Si te gusta la vida, te gustan Rosalía y esa esencia por lo natural, lo cotidiano, los pequeños momentos, el gusto por mascar chicle rosa con ruido, o la comodidad de vestir ropa barata, ancha y cómoda, aunque los billetes de 500 te salgan por las orejas. Aquí radica la magia de la artista catalana. Una diva alejada del glamour, y de las coronas, pero con bien de brilli-brilli. ¿Quién dijo que vestir chándal, maquillaje y joyas no puede ser tendencia? ¿O que el éxito de la mejor gira del verano, Motomami, recurra al minimalismo como garantía de éxito? Un hecho, por cierto, muy criticado por los festivaleros más puretas.

Y así es también la última propuesta de Rosalía: señores playeros quemados, mujeres abanicándose contra sus propios pechos, bien de crema solar, sillas ancladas en la arena, pistolas de agua, mejillones, jamón serrano, tortillas de patatas. chopitos... La mayor muestra audiovisual de costumbrismo desde que José Manuel Parada y Pablo Sebastián (su pianista) merendaron churros con chocolate en pleno Cine de Barrio junto a Lina Morgan

Rosalía, como bien recoge la revista Pronto, se muestra tan cercana a sus fans que “se convierte en una bañista más y baila entremezclada con ellos sobre la arena”. ¡A la caza del TikTok challenge! 

Otra singularidad, y punto a favor del videoclip, es sin duda las imágenes que incluyen toda la variedad de cuerpos que podemos hallar en una playa común, al más puro estilo veraniego del cartel de la ministra de Igualdad, Irene Montero, cuyo precio fue finalmente de 4.490 euros, y no de 84.500, y en el que en todo momento se fomenta el body-positivity (movimiento a favor de la positividad o diversidad corporal). 

Porque la realidad playera, efectivamente, es una porrusalda de cuerpos variopintos y no un desfile de viceversas. ¡Grande Rosalía!