- Las tres repúblicas bálticas, sin fronteras con Ucrania, están poniendo a prueba su capacidad de acoger a las decenas de miles de refugiados ucranianos que han llegado a la zona desde que Rusia invadió ese país el pasado 24 de febrero.
Las autoridades de las tres antiguas repúblicas soviéticas se apresuran en estos días a abrir centros de recepción, encontrar alojamiento y plazas de colegio para los desplazados y distribuir bienes esenciales a quienes han huido de los combates con poco o con nada, en el mayor flujo de refugiados desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando miles de civiles y de soldados polacos llegaron a Lituania y a Letonia huyendo de la ocupación nazi.
Las estadísticas el número de recién llegados son poco fiables, ya que no hay controles fronterizos en los límites con Polonia, país al que ha huido la mayor parte de los dos millones de refugiados que han abandonado hasta ahora Ucrania.
No obstante, Estonia calcula que ha acogido de momento a casi 15.000 ucranianos, mientras que de acuerdo con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social lituano unos 5.000 han llegado de momento a la más meridional de las tres repúblicas.
Una portavoz del Ministerio del Interior de Letonia, Linda Curika, declaró que su país había expedido hasta el pasado viernes 271 visados humanitario, que incluyen un permiso de trabajo, a ciudadanos ucranianos.
“Un total de 1.810 personas se han presentado ante las comisiones municipales de protección civil, de las cuales el 43% son menores, el 44% mujeres y sólo un 13% hombres” señaló, y agregó que los municipios en Letonia cuentan con capacidad para alojar y alimentar a 6.238 personas.
En la capital letona de Riga, las autoridades locales planean abrir pronto un segundo centro de recepción de refugiados que se sume al que está ya en funcionamiento en un centro de congresos cercano a la embajada de Rusia y que alberga ya a 2.673 personas según la web del Ayuntamiento.
Una portavoz de la administración local, Edite Matusevica, explicó que, cuando llega un refugiado, la Guardia de Fronteras del Estado revisa y registra los documentos de identidad que porta el recién llegado.
Matusevica añadió que en el centro de congresos de Riga los refugiados también encuentran información sobre alojamientos disponibles y una lista de ofertas de trabajo del servicio nacional de empleo letón.
En Lituania, el Ministerio de Seguridad Social prepara un proyecto de ley para ofrecer ayudas sociales a los refugiados de guerra. “Se trata de garantías sociales extra para estas personas, adicionales al mecanismo de protección temporal”, afirmó la titular.
En Estonia, el más septentrional de los tres países, la capital de Tallin ha ofrecido 1.000 plazas de guardería a pequeños ucranianos que hayan recibido permisos de residencia, puesto que al menos un tercio de los recién llegados son niños, según el director del Consejo de Educación de la ciudad.
De acuerdo con los últimos datos de la Policía y de la Guardia Fronteriza de Estonia, publicados el pasado viernes, entre el 27 de febrero y el 10 de marzo llegaron al país un total de 14.265 ciudadanos ucranianos.
Diferente respuesta. La rápida y aparentemente generosa respuesta a la llegada de refugiados ucranianos contrasta con la gran renuencia de los tres países a recibir a solicitantes de asilo que huyen de guerras, conflictos internos y regímenes dictatoriales en Oriente Medio y África.
Crisis con Bielorrusia. Tanto Letonia como Lituania declararon el estado de emergencia en zonas fronterizas con Bielorrusia durante la crisis surgida el año pasado cuando las autoridades de ese último país liberalizaron el régimen de visados para atraer a migrantes de Oriente Medio y desestabilizar a los países vecinos, según acusaciones de los dos gobiernos. Entonces, las dos repúblicas prohibieron el acceso de medios y ONG a la zona y expulsaron de forma irregular a casi todos los recién llegados.