l dinero está muy presente en la vida política norteamericana: todos recuerdan la frase de Time is money (El tiempo es dinero), pero hay una quizá más expresiva, la de Put your mouth where your money is (Pon tu boca donde tengas tu dinero), muy propia para esta campaña electoral que, debido a la pandemia, va camino de romper todos los moldes.
Y es que el dinero parece tan importante para las victorias políticas como para las militares. Napoleón aseguraba que las guerras se ganan primero con dinero, segundo con dinero y, tercero, con dinero. Y en la guerra por el poder que es una campaña electoral, parece regir el mismo patrón.
Las luchas electorales son empresas caras en cualquier lugar el mundo, pero en Estados Unidos el costo se ve incrementado por las distancias, la escasa densidad de población y los precios astronómicos de la publicidad en televisiones o estadios deportivos.
Y unos de los síntomas más inquietantes para el equipo de Donald Trump es que no solo ha perdido la ventaja que llevaba en fondos para la campaña, sino que Joe Biden tiene ahora mucho más fondos que él, por lo menos 100 millones de dólares más.
La ventaja de Biden no podía llegar en un momento más oportuno para él, ni más inoportuno para Donald Trump, pues el flujo de dinero al candidato demócrata empezó a crecer de manera espectacular en septiembre, precisamente en la recta final de la campaña: Donald Trump recibió donaciones por valor de 80 millones de dólares, pero Joe Biden consiguió 281 millones.
¿De dónde salen estos fondos? En buena parte, de particulares que sufren estoicamente los bombardeos en sus teléfonos móviles y correos electrónicos con peticiones de fondos para diversas campañas: senadores de estados próximos y distantes, los congresistas locales y también los que están al otro extremo del país, la propia campaña presidencial, todos ellos no paran de advertir de los peligros que se ciernen sobre Estados Unidos si gana el partido contrario.
Además, en el caso de Biden, hay personajes con los bolsillos repletos y de ideología progresista empeñados en evitar una repetición de la victoria de Trump como en las anteriores elecciones presidenciales de 2016: el ex alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, es el último de los ejemplos, pues ha ofrecido más de cien millones de dólares para financiar la publicidad en la recta final de la campaña.
Por mucho que los demócratas nos aseguren que los republicanos son los amigos de los ricos, algunas de las fortunas mayores y de los personajes más influyentes se han puesto claramente al lado de Biden. Las nuevas fortunas de los creadores de Facebook, Twiter y Google, fueron llamados a declarar ante el Congreso por el cariz político de sus empresas, que bloquean los mensajes republicanos y ayudan a la campaña demócrata. Junto a ellos está otro magnate, aunque su imperio no sea cibernético: Jeff Bezos, el creador y propietario de Amazon, quien también compró hace pocos años el diario The Washington Post, de tendencia claramente demócrata y en cuyas páginas aparecen frecuentes panfletos contra Trump.
Naturalmente, allí donde los republicanos ven censura de prensa contra sus ideas y candidatos, los demócratas tan solo ven libertad de expresión. Esta contraposición de posturas indica la polarización creciente del país, que parece abocado a enfrentamientos cada vez mayores entre las élites progresistas y acomodadas y las masas de recursos escasos y preparación académica limitada.
Algunas de las fortunas mayores y de los personajes más influyentes de EEUU se han puesto claramente al lado de Joe Biden