El presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, plantó hoy cara a sus detractores con un mitin multitudinario en Minsk, mientras la oposición incrementó la presión contra el mandatario con marchas y manifestaciones, también multitudinarias, en la capital y muchas otras ciudades del país.
En la octava jornada de protestas populares, Lukashenko optó por dirigirse directamente a su electorado, en un claro cambio de táctica, ya que hasta ahora se había limitado a contraatacar a la oposición desde reuniones con altos cargos de Gobierno.
"Estoy aquí como ante Dios. Las elecciones se celebraron. No se puede hacer un fraude del 80 por ciento", dijo desde la tribuna el mandatario, citado por la agencia oficial bielorrusa Belta, al rechazar las denuncias de falsificación de los resultados de los comicios del pasado día 9.
El mitin, celebrado en la plaza de la Independencia de Minsk, reunió hasta 70.000 personas según los medios oficiales, muchos de los asistentes fueron trasladados en autobuses desde otras ciudades.
"Ni muerto" entrega Bielorrusia
"Hemos construido un bello país, con sus dificultades y desperfectos. ¿A quién queréis entregarlo? Si alguien quiere entregar el país, ni muerto lo permitiré", dijo Lukashenko, que rechazó de plano la posibilidad de celebrar nuevas elecciones presidenciales.
El presidente bielorruso, en el poder desde hace 26 años y quien en vísperas de las elecciones del 9 de agosto afirmó que no se "imaginaba" en otro papel que no fuera el de jefe del Estado, subrayó que la repetición de las elecciones presidenciales supondría la "muerte de Bielorrusia como Estado y como nación".
"Hay tanques y aviones a 15 minutos de vuelo de nuestras fronteras. La tropas de la OTAN hacen rechinar las orugas (de los tanques) junto a nuestra puerta. Lituania. Letonia, Polonia y, lamentablemente, nuestra querida Ucrania nos ordenan celebrar nuevas elecciones. Si aceptamos, caeremos en picado", advirtió.
Rusia tiende una mano de ayuda a Lukashenko
Lukashenko llegó a su mitin tras haber recibido hoy el apoyo explícito del presidente de Rusia, Vladímir Putin, en la segunda conversación telefónica entre ambos mandatarios en 24 horas.
Según el Kremlin, Putin le expresó a su homólogo bielorruso la disposición de Moscú de prestar la "ayuda necesaria" para resolver los problemas en Bielorrusia de acuerdo a los principios del tratado de la Unión Estatal Rusia-Bielorrusia y, "si se precisa, a través de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC)".
Aunque Bielorrusia podría recurrir a la OTSC, una alianza político militar liderada por Rusia, solo en caso de una agresión desde el exterior, la sola mención de esa posibilidad muestra que Moscú no está dispuesta a abandonar a su suerte a Lukashenko.
El presidente bielorruso ha sido siempre un personaje incómodo para el Kremlin, pero siempre preferible a un líder que surja como resultado de una revuelta popular.
Según el director de la radio Ejo Moskvy (Eco de Moscú), Alexéi Venedíktov, Rusia necesita a Lukashenko, pero a un Lukashenko debilitado, dependiente de la ayuda de Moscú.
Las protestas populares ganan fuerza
Y a juzgar por el desarrollo de los acontecimientos en Bielorrusia su presidente la va la necesitar: más 200.000 de personas participaron hoy en "la marcha de libertad" que concluyó con un mitin junto a la Estela de Minsk, según datos del portal digital tut.by.
Manifestaciones multitudinarias tuvieron lugar en importantes ciudades bielorrusas como Grodno, Baránavichi o Brest, mientras mítines de menor envergadura abarcaron prácticamente toda la geografía del país.
La octava jornada de protesta giró en torno a tres exigencias: la liberación inmediata de todos los detenidos y presos políticos, la renuncia de Lukashenko y castigo a los responsables de la represión y torturas policiales.
Al menos dos personas han muerto, casi tres centenares de heridos, y cerca de 7.000 detenidos es hasta ahora el balance que ha dejado la represión policial de las manifestaciones de protesta.
Los ciudadanos que han sido puestos en libertad han denunciado haber sido sometidos a torturas y palizas en los centros detención, y han exhibido a los medios las huellas de estas.