- Israel vive no una sino tres crisis juntas que tienen al país sumido en el nerviosismo: una crisis institucional, con un Parlamento a medio gas; un bloqueo político, con un año de Gobierno en funciones, y la crisis sanitaria, aún leve pero que Benjamín Netanyahu explota a diario. "Estamos en una situación absurda, con un Gobierno transitorio que ha servido durante un año, sin un Gabinete de Seguridad funcional, con una Knéset (Parlamento) paralizada e incapaz de supervisar el trabajo del Gobierno", denunció el líder de Israel Nuestro Hogar, Avigdor Lieberman.

Y no sin razón. El embrollo político en Israel, en vez de aclararse tras las terceras elecciones generales en un año del pasado día 2, parece enquistarse cada vez más. El presidente, Reuvén Rivlin, entregó el mandato para formar gobierno al jefe de la oposición, Beny Gantz, cuyo partido perdió por tres escaños ante el Likud de Netanyahu pero logró más apoyos en las recomendaciones para que recibiese el encargo (61 frente a 58, de una Cámara compuesta por 120 diputados).

Su formación, Azul y Blanco, trabaja en dos frentes para tratar de montar un Ejecutivo: por un lado negocia con el Likud un Gabinete de unidad, con una jefatura alterna entre él y Bibi (Netanyahu) y, por otro, no renuncia a la posibilidad de crear uno en minoría con el apoyo de 61 diputados, con formaciones incluso opuestas entre sí.

Mientras las negociaciones no parecen avanzar a demasiado buen ritmo, el rifirrafe político continúa y tiene como víctima la buena salud de la democracia israelí. Con el Parlamento recién inaugurado, su presidente, Yuli Edelstein, del Likud, decidió la semana pasada no solo no convocar el Pleno en el que se llevará a votación su sucesión, que previsiblemente perderá, sino también impedir la formación del Comité de Preparativos, que permite poner en marcha la Cámara.

Tras las presiones políticas y judiciales, Edelstein accedió el lunes a celebrar la sesión para crear comisiones parlamentarias, que presidirán las formaciones del bloque de centro e izquierda relegando al bloque parlamentario derechista y ultraortodoxo. Pero a su vez rechazó la orden del Supremo de llevar a votación antes de hoy la elección del nuevo presidente de la Cámara, que calificó de "una interferencia sin precedentes en la agenda política".

"La continua negativa a permitir que la Knéset vote sobre la elección de un presidente permanente está socavando los fundamentos del proceso democrático", subió el tono este lunes la presidenta del Supremo, Esther Hayut. Los sectores de centro e izquierda, así como Lieberman, consideran que el Likud tiene secuestrado al Parlamento, sin permitir que funcione con normalidad y elija sus órganos nueve días después de haberse constituido.

El choque con la Judicatura, con un Parlamento paralizado y un Gobierno en funciones desde hace un año, coincide con el aumento de las voces que alertan sobre la deriva política en Israel, empañada por la urgencia de la crisis mundial ante la expansión de la pandemia del coronavirus. "(Este) es uno de esos casos excepcionales en los que el Tribunal (Supremo) debe intervenir para evitar una violación del sistema parlamentario", sentenció Hayut en un choque sin precedentes.

Así, con la Knéset en stand by y un bloqueo político que parece no acabar nunca, Netanyahu se mantiene al frente de la función ejecutiva a pesar de estar, no solo en funciones desde hace un año, sino también acusado por corrupción y convocado al banquillo de los acusados.

Convenientemente, las medidas preventivas contra el coronavirus llevaron al ministro de Justicia de Netanyahu a imponer un parón judicial, dos días antes del comienzo previsto para el juicio al jefe del Gobierno, que quedó aplazado hasta el próximo mes de mayo.

La crisis sanitaria, además, le ha permitido reforzar su proyección pública con mensajes dirigidos a la población televisados casi cada noche anunciando nuevas medidas de prevención para contener el Covid-19, la amenaza de la posibilidad de que mueran "decenas de miles de israelíes" y en los que se proyecta como el único dirigente capaz de gestionar con éxito la situación. "Estoy capitaneando el Titanic y hay muchos icebergs delante ede nosotros", advirtió recientemente Netanyahu a los israelíes, en un claro intento de quedarse más tiempo detrás del timón.