En los países de habla alemana, un merengue recubierto de chocolate se llama desde tiempo ha cabeza de moro. En las localidades germano parlantes, menos en Zúrich; desde este año allá la cabeza de moro es un quebradero de cabeza municipal.
El problema -que en realidad se plantea en las inmediaciones de la ciudad, en Niederdorf- es sumamente local, pero escenifica magníficamente una de las histerias actuales: la hipersensibilidad enfermiza. Y es que en Niederdorf existe desde hace dos siglos un edificio conocido desde que se edificó como La casa el baile moro y en sus bajos funciona desde hace 40 años una cafetería llamada La cabeza de moro. Y en estos dos siglos ni en los últimos 40 años nadie en la localidad ha encontrado nada vituperable en los dos nombres.
Pero este año el Ayuntamiento sí ha hecho un casus belli del tema. Y es que a finales de este año caduca la licencia municipal de la cafetería, lo cual ha despertado en los regidores un pudor nominal muy de los tiempos actuales. No se quiere renovar la dulce licencia si el nuevo concesionario no cambia el nombre de la empresa, porque -piensan y dicen los munícipes- ese nombre puede herir las susceptibilidades de magrebíes y, eventualmente, hasta de otra gente de color.
La mini tormenta en un vaso de agua -bueno, sería mejor decir en un café con nata- no solo es un desmadre de la tradicional sensatez helvética, sino también una precipitación cronológica de lo políticamente correcto. Porque el revuelo (y las risas) surgen ahora, a casi nueve meses del planteamiento real del caso, que es cuando expira la licencia? Y hasta la fecha nadie se ha quejado en Niederdorf del nombre de la cafetería, ni del de la casa ni tampoco del tipo de merengue que hace la delicias de críos y golosos.
Para más inri, la políticamente correctísima iniciativa no parece que haya promovido a ningún edil a candidato de alcalde, ni a personalidad del año o siquiera a prohombre de la convivencia. Este último título no existe aún, pero dadles tiempo a los ediles de Niededorf.