La facción militar más cercana al rey Vajiralongkorn está reforzando su poder en el Ejército tailandés, un estamento que afianza su influencia a pesar de que el país se embarca en la transición al primer gobierno electo desde el golpe de Estado de 2014. El hombre que lideró el golpe, el general golpista Prayut Chan-ocha inauguró ayer un Gobierno electo, con el juramento ante el monarca de los ministros del nuevo gabinete, muchos de ellos caras conocidas de la junta militar.

Con el nuevo Gobierno, el poder de Prayut, que repite como primer ministro, adquiere un barniz democrático tras las elecciones del 24 de marzo, si bien el proceso electoral no ha estado exento de polémica. Además de un dudoso reparto de escaños, el general fue elegido con la ayuda de un Senado que, de acuerdo a la Constitución diseñada por los uniformados, fue nombrado a dedo por la junta militar que él mismo encabezaba.

“Si uno se fija en el Ejército y su papel en la política tailandesa, puede ver que tendrá una influencia significativa en el futuro de la política tailandesa. Las elecciones de marzo solo han servido para ayudar al Ejército a reforzar su dominio de la política tailandesa”, comenta a Efe el politólogo Titipol Phakdeewanich. El papel político de las Fuerzas Armadas no es nuevo, ya que desde la abolición de la monarquía absoluta en 1932, han mantenido una estrecha relación con la Casa Real y han tomado el poder en 13 golpes de Estado, sin contar con otros nueve fallidos.

Sin embargo, el Ejército tailandés está dividido en varias facciones y en los últimos años está acumulando poder la Guardia del Rey, estrechamente vinculada al monarca Vajiralongkorn, que accedió al trono tras la muerte en 2016 de su padre -el venerado Bhumibol Adulyadej-, y a la que pertenece el actual comandante en jefe del Ejército, Apirat Kongsompong, nombrado en 2018. Por su parte, el primer ministro Prayut pertenece a la facción de los Tigres del Este, que integran la Guardia de la Reina y han dominado la política tailandesa durante el último decenio, en el que organizaron los golpes de Estado de 2006 y 2014 contra los primeros ministros electos Thaksin Shinawatra y su hermana Yingluck.

En opinión del experto en el Ejército tailandés Paul Chambers, una de las consecuencias de estos cambios en el equilibrio de poder dentro del Ejército es que “el ejercicio de Prayut como primer ministro se verá debilitado”. Titipol, sin embargo, no cree que el ascenso de la nueva facción afecte al poder de Prayut, ya que argumenta que si aumenta el presupuesto de defensa, tal y como ya hizo tras tomar el poder en 2014, “eso hará que satisfaga al Ejército tailandés”.

Son muchos lo analistas que creen que tras el auge de la facción de la Guardia del Rey se halla el monarca Vajiralongkorn, que pertenecía a ella y ha adoptado una actitud más intervencionista que su padre, al exigir cambios en la Constitución aprobada en 2016, asumir en 2017 el control sobre el patrimonio de la Casa Real, hasta entonces a cargo del Ministerio de Finanzas. Todas estas movimientos se han producido en el contexto de un país con una de las leyes de lesa majestad más duras del mundo, que imposibilita cualquier debate público sobre las decisiones del monarca, aunque las cifras de acusaciones por esa ley han disminuido enormemente desde que Vajiralongkorn ascendió al trono.

“Aunque el asentimiento del Rey Bhumibol era necesario para cualquier acción o comportamiento de los militares, el rey Maha Vajiralongkorn ha tratado de establecer una relación mucho más directa y controladora, hasta el punto de que algunas unidades del Ejército han sido puestas bajo la autoridad directa del Palacio”, señala Chambers, profesor de la Universidad de Naresuan. En cualquier caso, las diferencias entre ambas facciones del Ejército son escasamente ideológicas y las dos comparten objetivos muy similares.

“Sea la que sea la facción que tenga el poder, ya sea la de Prayut o la de Apirat, eso nos es bueno para el futuro de la democracia tailandesa (...) Cualquiera de ellas mantendrá el poder del ejército y lo empleará para fomentar lo que denominan tailanidad con el objetivo de rechazar las ideas de democracia y derechos humanos”, sentencia Titipol.