hace unos meses el presidente Trump presentó sus presupuestos que incluían una importante reducción de los fondos dedicados a la diplomacia, la ayuda al desarrollo, los derechos humanos, y la participación en la ONU y otros organismos internacionales. Por contra se proponía un importante incremento de los gastos militares. Lo lógico sería pensar que los militares estarían encantados con ese plan. Pero no fue así.
Los militares en servicio no pueden opinar al respecto, como sucede en cualquier democracia seria, pero tomaron la palabra los militares en retiro. Hasta 120 almirantes y generales de 3 y 4 estrellas retirados firmaron una carta en la que mostraban su firme convicción de que apoyar la diplomacia y el desarrollo son fundamentales también para la seguridad nacional, que las crisis del presente (desde los desplazados al ébola) no tienen una respuesta únicamente militar, que la reducción de la diplomacia supone más inseguridad y que “si no financias la diplomacia necesitarás más munición”. Los generales decían que, desde su experiencia en el terreno, habían aprendido que luchar contra el terrorismo es también luchar contra la desesperanza, la falta de oportunidades y la injusticia y que para ello es necesaria la diplomacia, el desarrollo, los derechos humanos (especialmente los de las mujeres y las niñas), la transparencia y la lucha contra la corrupción, el acceso al agua, la seguridad alimentaria, el control del contrabando y muchas otras cosas que solo se pueden hacer desde la diplomacia, la cooperación y los órganos del multilateralismo, como la ONU, y no con más armas o soldados.
Es una carta breve que muchos de nosotros podríamos, con matices o cambios menores, suscribir. Está llena de sentido común y conocimiento de causa, pero me temo que precisamente por ello resultará difícilmente comprensible para un hombre como Trump, con cero sentido común y nula experiencia internacional, salvo en breves estancia en hoteles de 5 estrellas, acompañado de modelos y especuladores.
Hace un par de semanas el presidente Trump parece que tuvo una conversación rápida con algún militar sobre la presencia de transexuales en el ejército y los supuestos altos costes de sus necesidades sanitarias específicas. Fiel a su estilo, Trump, sin contrastar esa información con quienes saben del tema, sin solicitar ningún dato o estudio, y sin consultar con las personas de su equipo al frente de esas competencias, anunció en Twitter que eso habría acabado y que ya no permitiría la presencia de transexuales en el ejercito. La respuesta del General Joseh Dunford, jefe del Estado Mayor Conjunto, fue ejemplar, asegurando que ellos no discriminarían entre las personas a su mando y que no cambiarían su quehacer por un tuit.
Alguien, con tanta mala baba como humor, filtró el dato de que los gastos de viagra y otros potenciadores de la erección para los militares retirados suponían 10 veces más que todos los gastos producidos por las necesidades específicas de los transexuales, operaciones de cambio de genitales incluidas. No ha dicho nada Trump desde entonces sobre los gastos de viagra, parece desde luego más sensible e identificado con este tipo de problemática.
Jamás habría pensando yo en escribir un artículo alabando a militares norteamericanos, pero me gusta sorprenderme a mí mismo de vez en cuando, es lo bueno de estar vivo y tener los ojos abiertos. Trump resulta tan grotescamente ignorante, burdo e irresponsable que, a su lado, por contraste, cualquiera que muestre un poco de sentido común, cierto conocimiento de causa, algún respeto por los datos y la verdad, un asomo de civismo y un mínimo de valor para mostrarlo, parece, si no tanto como ejemplar, al menos sí decente.