La Habana - La ausencia de líderes políticos mundiales en el funeral de Fidel Castro, excepto los de los países de la región o los más cercanos al régimen castrista, apunta a un rápido distanciamiento de la comunidad internacional con la figura del exmandatario cubano. A las exequias de Castro, que murió el pasado viernes a los 90 años de edad, asistieron líderes políticos, como los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro; Ecuador, Rafael Correa; y Bolivia, Evo Morales, tres de los principales aliados actuales de Cuba. Los presidentes de Nicaragua, El Salvador, Honduras y Panamá, Daniel Ortega, Salvador Sánchez Cerén, Juan Orlando Hernández y Juan Carlos Varela, respectivamente, también viajaron a La Habana para participar en la ceremonia.
Lo mismo el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, cuyo país ha sido históricamente uno de los principales aliados de la Cuba castrista.
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, había anunciado igualmente su asistencia, aunque tras el accidente de aviación ocurrido hace unas horas en su país y en el que murieron al menos 75 personas no se descarta que anule su viaje a Cuba.
África, un continente que ha tenido una cercana relación con Cuba, especialmente durante la fase de descolonización europea, también mandó a La Habana una nutrida representación de líderes políticos, empezando por los presidentes de Sudáfrica y Zimbabue, Jacob Zuma y Robert Mugabe. El presidente guineoecuatoriano Teodoro Obiang Nguema estuvo asimismo presente en la capital cubana.
Solamente Tsipras Pero de Europa, entre los líderes políticos del Viejo Continente, solo el primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, viajó para asistir a las honras fúnebres del dirigente que controló Cuba desde 1959 hasta principios del siglo XXI.
Tsipras fue de hecho el único gobernante occidental que estuvo presente en los eventos organizados por el régimen cubano para honrar la memoria de Fidel Castro. Ni siquiera el ruso Vladimir Putin, quien sí alabó a Fidel Castro y lo calificó de “un sincero y fiable amigo de Rusia” en su mensaje de condolencias por su muerte, estuvo presente en la despedida de la comunidad internacional al líder cubano.
Putin adujo una “agenda apretada” y envió al presidente de la Duma del Estado o Cámara de Diputados, Viacheslav Volodin, en representación de una Rusia que durante sus décadas de pasado comunista fue el principal sostén de la isla caribeña, que a su vez se convirtió en fiel aliada para aguijonear a Estados Unidos. Washington no envió una “delegación oficial”, y estuvo representada por el asesor adjunto de seguridad nacional del presidente Barack Obama, Ben Rhodes y por el embajador en La Habana, Jeffrey DeLaruentis.
Mientras, tristes pero desafiantes, miles de personas, en su mayoría habaneros, algunos cubanos de otras localidades y varios extranjeros acudieron ayer a la Plaza de la Revolución para rendir homenaje de Fidel Castro antes de que sus cenizas salgan hoy hacia Santiago de Cuba. Desde primeras horas de la madrugada, miles de personas se acercaron, por segundo día, a la Plaza de la Revolución de La Habana para rendir homenaje a Fidel Castro, quien murió el viernes a los 90 años de edad, en tres salas habilitadas por las autoridades cubanas en el Memorial José Martí.
Entre esas miles de personas también se encontraba uno de los hijos de Fidel Castro, Tony, quien tras salir del Memorial rechazó de forma cortés hacer declaraciones.
“¡Yo pensé que iba a ser eterno! El hombre más grande del mundo es él”, declaró entre sollozos, sujetada por dos personas, Mercedes García a la salida del Memorial José Martí, tras pasar por una de las salas en las que se ha colocado una foto de Fidel Castro para rendir homenaje al líder de la revolución. “Si Dios existiera, debería haber sido inmortal. Y está en la mente mía para toda mi vida, hasta mis últimos días”, añadió García, una habanera de 71 años que afirma que le debe todo a Castro.
Nely de Chacón Carbayo, de 84 años, viajó con Fidel Castro desde Santiago de Cuba hasta La Habana en enero de 1959 en la llamada Caravana de la Libertad.
Chacón, abrumada por la emoción, se derrumbó cuando llegó frente a la imagen de Castro. Ayudada por enfermeros, llorando desconsolada, repetía constantemente: “¡Ay Fidel, mi hijo. Ay mi Fidelito. Mi Fidelito, pobrecito!”.
Como enfermera, Chacón se unió a la Caravana de la Libertad. “Ay, dios mío, con tanta alegría que entramos aquí. Él se fue, el más grande del mundo. Fidel se nos fue. El se nos fue, pobrecito”. Pero entre sorbo y sorbo del agua que le trajeron los enfermeros, Chacón se recompone. “Pero él no está muerto, está vivo. Vive entre nosotros”.