washington - La convención electoral republicana pasó anoche su rubicón, después de dos sesiones en que el equipo del candidato Donald Trump trata de proyectar una imagen de entusiasmo y eficiencia, pero sigue enfrentándose a las divisiones dentro del partido y que dan a Trump algo así como una marca caracterizada por la discordia y la incapacidad de absorber consejos y opiniones diferentes a la suya. Cada uno de los cuatros días de la convención se dedica a un slogan especial, todos ellos englobados bajo el lema que Trump tiene desde el primer día, que es Devolver la grandeza a América. Así, el lunes fue Hagamos América segura de nuevo, ayer martes era el empleo, hoy será el lugar de Estados Unidos en el mundo y mañana, el día dedicado a la coronación del candidato, la unidad, algo que por el momento no se ha conseguido.

Después de unos agrios enfrentamientos el lunes entre los que trataban de parar la candidatura de Trump y los líderes del partido, la sesión transcurrió de forma más pacífica y se centró en las amenazas del terrorismo y la violencia, lo que dio espacio al ex alcalde de Nueva York, Rudolf Giuliani, famoso por haber mejorado la seguridad urbana durante su mandato, y el también retirado general Michael Flynn, que fustigó a Hillary Clinton y el gobierno del presidente Obama por todos los problemas internacionales de Estados Unidos.

el discurso de la fotomodelo El momento culminante era el de Melania Trump, la fotomodelo eslovena que es la tercera esposa del candidato, algo tradicional en las convenciones, con la única diferencia esta vez de que el propio Trump la presentó al público -contrariamente a la práctica habitual de que el candidato no comparezca hasta el ultimo día-. Pero ni siquiera el discurso de Melania, a pesar de su compostura y su excelente dicción, tuvo el efecto sedante que los organizadores esperaban y que es habitual en estas intervenciones, porque a los pocos minutos empezaron a surgir comparaciones con un discurso semejante de Michelle Obama, porque la estructura de algunos párrafos era tan semejante que inmediatamente se empezó a hablar de plagio.

Melania aseguró que había escrito el discurso ella “con el mínimo de ayuda posible”, algo que no sirvió para mejorar las cosas, porque a partir de aquí se pone en duda, no ya la ética que de todas formas no es lo que Trump mayor vende, sino la competencia profesional de los asesores de la campaña. Es prácticamente imposible creer que el discurso no lo revisaran y, en este caso, hicieron un mal trabajo por no prever las acusaciones, en un ambiente tan enrarecido como la campaña electoral, donde cualquier pretexto sirve. O, naturalmente, si no lo revisaron, no estaban por la labor. Aunque lo cierto es que el argumento de Melania -y de Michelle Obam- del valor del trabajo y las oportunidades del país, se repite aquí en todas partes hasta la saciedad, sin necesidad de plagiar nada. Trump puede argumentar que es una coincidencia y que no se dedica a expurgar discursos para censurar lo que no es políticamente correcto, pero provocaría la respuesta de que su sistema da malos resultados y sería peligroso tenerle a cargo del timón del país.

La convención esperaba enfocar la atención en cuestiones más serias, como los discursos de más peso que este martes estaban a cargo de dos rivales derrotados en la campaña presidencial -Ben Carson y Chris Christie-, además del presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan y el líder republicano en el senado, Mitch McConnell. Eran importantes porque ambos se habían mostrado muy reacios a Trump y su presencia debería servir para impulsar la imagen de unidad. Habría sido muy difícil para ambos sustraerse a la Convención, pero como tantas otras personas atrapadas entre la espada de un candidato al que no quieren y la pared de una elección cedida a los demócratas, han encontrado el argumento irrefutable de que, por malo que sea Trump, “es mil veces mejor que Hillary Clinton”.

El principal argumento contra la candidata demócrata, algo en que se avienen todos los republicanos, es su trascendencia para el futuro de las instituciones del país, porque el futuro presidente, dada la edad avanzada de algunos magistrados del Tribunal Supremo, tendrá que nombrar sucesores que tienen cargos vitalicios.

Es un argumento que se seguirá oyendo en las dos noches que aún quedan, tanto entre los delegados que pululan por el centro de convenciones de Cleveland, como entre los oradores y la familia de Trump, que está presente en todas las sesiones porque, como el mismo candidato asegura, sus mejores asesores son sus hijos.

La realidad es que la presencia de sus hijos es una baza importante: Trump, casado tres veces con bellas fotomodelos, no parece un marido ejemplar, pero a pesar de sus dos divorcios, no solo ha sabido mantener la cohesión familiar: la hija de 21 años fruto de su segundo matrimonio, aunque creció con su madre, entró en la órbita paterna y era uno de los oradores este martes y los tres mayores (Donald, Ivanka y Erik, hijos de su primera mujer), provocan comentarios de “los ha sabido educar”, algo que se vende muy bien en general, y más en un partido que ensalza los “valores familiares”.