washington - Las convenciones electorales norteamericanas están a punto de empezar y todo indica que demócratas y republicanos tendrán actos muy distintos, no por las diferencias ideológicas, sino por la forma de estructurarlas y el sentimiento que cada uno de los partidos vive con respecto a estas elecciones. Los republicanos van primero y hoy abren en Cleveland la plataforma electoral y la lista de personas que se dirigirán a los miles de asistentes y, a través de ellos y de las pantallas de televisión, al resto del país. Contrariamente a los demócratas, que una semana más tarde harán un despliegue de unidad y disciplina en torno a su candidata Hillary Clinton, los republicanos no han conseguido superar las diferencias en que les sumió la campaña de elecciones primarias para elegir a sus candidatos y los ánimos siguen tan soliviantados que no asistirá ningún ex presidente, ni candidatos presidenciales de elecciones anteriores, ni algunas de las figuras más respetadas del partido.
Para Donald Trump, el magnate neoyorquino que, además de amasar miles de millones de dólares en negocios de construcción, tiene también experiencia en cuestiones mediáticas, el cambio de tono no parece ser un problema y tratará de compensar el peso específico de los oradores ausentes con la presencia de algunas damas de muy buen ver, entre ellas su hija y su mujer.
Pero los últimos días le han resultado mucho más difíciles porque, por primera vez desde que lanzó su campaña, no controla totalmente los mandos: Es cierto que se apuntó una nueva victoria frente a los grupos republicanos opuestos a su candidatura y que fracasaron en los intentos de eliminarlo, a pesar de que el movimiento Jamás Trump estuvo hasta el último momento urdiendo maniobras para “liberar” a los delegados a la convención, de forma que no tuvieran que votar según el sufragio popular, sino que se acogerían a algo así como una “cláusula de conciencia” para votar en favor de otro candidato. Pero perdió el control de las noticias cuando los canales de televisión empezaron a divulgar el nombre del seleccionado para ser vicepresidente, Mike Pence. Lo hicieron casi 24 horas antes de la prevista para que Trump lo anunciara a bombo y platillo y esto, aunque no pasaría de un éxito periodístico en otras circunstancia, era ahora una muestra de debilidad para el impetuoso Trump.
Trump intentó retomar el control y aplazar 24 horas la conferencia de prensa para anunciar su selección de vicepresidente, pero la realidad no se lo permitió: Pence no podía esperar, porque las leyes de Indiana no le permiten ser candidato a dos cargos y había de elegir este viernes entre presentar su candidatura como gobernador o acompañar a Trump en la carrera presidencial.
Giro en los sondeos Entre tanto, va surgiendo una cierta desazón entre los republicanos que rechazan a Trump, ante la perspectiva de que la realidad no siga las previsiones de las encuestas, que daban hasta no hace mucho una mayoría arrolladora a Hillary Clinton. Los sondeos van girando a favor de Trump, no solo en número teórico de un reparto uniforme de votos, sino con los que realmente cuentan, es decir, el reparto por estados, porque Trump va ahora por delante en lugares tan decisivos como Florida, que los demócratas consideraban garantizado para su bando. Estos republicanos opuestos a Trump empiezan a temer que su resistencia sea inútil: no solamente no van a conseguir un candidato más presentable, sino que ellos pueden quedar totalmente al margen de la política republicana en el futuro, con lo que las huestes populistas podrían campar a sus anchas sin el efecto moderador de las influencias más centristas y la experiencia política. De manera más inmediata, estos enemigos de Trump verán como, en vez de senadores de prestigio o expresidentes, quienes se dirigirán a la Convención serán más bien miembros de la familia: sus dos hijos y la tercera esposa del candidato. Se sumarán también personajes de segunda fila que, tal vez, gracias a las cámaras, las luces y el decorado, pueden ocupar los mejores puestos que los anti-Trump han dejado vacantes.
Los llamamientos a la unidad de Reince Priebus, presidente del Partido Republicano, dieron fruto en el contenido de la plataforma recién aprobada, que constituye algo así como el programa del partido para los próximos cuatro años. Lo que se someterá a la convención tiene un tono marcadamente trumpiano como la propuesta de construir una gigantesca muralla de 3.000 kilómetros que bloquee totalmente el tráfico humano y vehicular entre México y EE.UU.. Trump iba a quitar algo de suspense a la Convención con el anuncio previsto para el viernes de quién será su candidato a la vicepresidencia, algo que tradicionalmente se ha venido haciendo durante la Convención, pero la tragedia de Niza se interpuso -nadie sabe si en beneficio o perjuicio de Trump- para aplazar este acto.
Esto seguramente inquietará también a su compañero de fatigas, el gobernador de Indiana Mike Pence, un hombre 13 años más joven, con quien comparte horóscopo, pero no su trayectoria política. En vez de negocios millonarios, Pence tuvo un programa de radio y en vez de mariposeos políticos, viene del ala más conservadora del Partido Republicano. El conservadurismo se vende bien en Indiana, que le eligió repetidamente como congresista del estado y como gobernador en 2012 y Trump ha apostado por un compañero cuya imagen de hombre de la calle, estable, sencillo y, profundamente creyente sirva como un contraste para tranquilizar a los amplios sectores religiosos y las dilatadas extensiones como Indiana, donde la vida se desarrolla al ritmo de las espigas, las mazorcas o las manadas y hay escaso entusiasmo por fanfarronadas o exhibiciones de lujo.