dos citas electorales inmediatas tienen ocupada a la clase política colombiana, las legislativas del 9 de marzo y las presidenciales del 25 de mayo. En el trasfondo, unas conversaciones de paz que avanzan en La Habana entre los representantes del Gobierno de Juan Manuel Santos y las guerrillas de las FARC y ELN.
Como explica Marisol Gómez Giraldo, editora de El Tiempo, el periódico de mayor circulación en Colombia, "el proceso de paz queda en suspenso por las elecciones", pese a que está previsto que las rondas de conversaciones continúen. Los contactos, primero secretos y después inusitadamente publicitados a medida que se iban alcanzando acuerdos sobre los primeros de los 21 puntos de la agenda dada a conocer el 18 de octubre de 2012, miran de reojo ahora a las urnas.
No es extraño, porque del resultado de la composición del Senado y del Congreso, dependerá en buena medida que lo acordado pueda ser desarrollado en leyes que permitan poner fin a décadas de conflicto armado que han dejado más de 20.000 muertos, numerosos desaparecidos y desplazados que siguen reclamando soluciones y reconocimiento oficial.
Escribe Gómez Giraldo en un análisis publicado hace una semana que "la incertidumbre, que hace un año era del país frente a los diálogos en La Habana, ahora es de la mesa de conversaciones frente a los resultados de la jornada electoral del 9 de marzo". Serán las nuevas cámaras las que se ocupen de desarrollar, de entrada, dos cuestiones espinosas sobre las que se han constatado avances: uno sobre la reforma agraria que debe poner fin a los latifundios improductivos y otros sobre el modo en el que se incorporarán las FARC a la vida política una vez superada la etapa violenta.
El sistema agrario está en el origen de las FARC y precisamente por eso, el principal delegado de la guerrilla, alias Iván Márquez, insistió desde el principio en que esta cuestión figurara al inicio de la negociación y no como un asunto menor. "Buscar la justicia social por medio del diálogo" fue la explicación del líder guerrillero para apoyar este proceso que coincidió con uno de los momentos más bajos de su capacidad operativa, seriamente castigada y no siempre de manera lícita por el anterior gobierno de Alvaro Uribe, hoy furibundo enemigo de la política de Santos pese a provenir del mismo sector político.
Participación política Más complicada aún es la eventual participación de los movimientos políticos que surjan tras el final del proceso de paz y que provengan del entorno de las guerrillas, o de las mismas FARC. La cuestión ha sido ya debatida en las cámaras, pero pese al acuerdo alcanzado en La Habana que incluye la llamada "justicia transicional" (una fórmula que sin ser una ley de punto final permitiría analizar las consecuencias de la violencia con unas leyes más permisivas que las actuales), el escepticismo de las formaciones de izquierda son es notable.
Desde La Habana miran a Bogotá, cuyo alcalde Gustavo Petro fue suspendido por Procuraduría General de la Nación (Fiscalía) acusado de un caso de corrupción relacionado con el sistema de basuras. Para Petro se piden quince años de inhabilitación, de hecho la muerte política de un líder que siempre rechazó la violencia y que con un programa reformista logró el 32% de los votos para la alcaldía de Bogotá. Según Petro, ha sido víctima de un complot gubernamental urdido en connivencia con las empresas privadas de residuos que podrían verse afectadas por las reformas que él impulsa. La cuestión es que los líderes guerrilleros se preguntan cómo se integrarán en la vida política si están sucediendo estas cosas con quien incluso tiene en su marchamo el único estigma de ser un reconocido político de izquierdas.
Hay quienes como el histórico dirigente del M-19 y hoy candidato al senado por la Alianza Verde, Antonio Navarro, son más optimistas, aunque con matices: "Las cosas van bien en La Habana, pero mal en la calle. En Cuba han avanzado bien, pero en la calle la gente no está respaldado todo. Esto es porque las FARC creen que consiguen mejores resultados en la mesa con operaciones de fuerza, con bombas y emboscadas. En eso, estás equivocados". Sí, esta doble actividad armada y negociadora es una de las características de este proceso de paz donde se han excluido treguas previas a sentarse a hablar. Pese a ello, Navarro aventura: "Habrá firma de paz en 2014 y la preparación del postconflicto es clave".