londres. Scotland Yard proseguía ayer la investigación del brutal ataque a un soldado británico en Londres, mientras el Gobierno se defendía de que los servicios secretos tuviera fichados a sus asesinos, dos supuestos radicales islamistas.

La Policía Metropolitana continuaba interrogando a un hombre y una mujer de 29 años que fueron detenidos el jueves como supuestos cómplices en el asesinato el pasado miércoles del militar Lee Rigby en el barrio de Woolwich.

La muerte de Rigby, de 25 años, ha conmocionado al Reino Unido y ha dado pie a temores sobre la convivencia entre las distintas comunidades, por lo que las autoridades, tanto políticas como religiosas, hicieron ayer nuevos llamamientos a la unidad.

Los servicios de seguridad afrontarán una investigación parlamentaria tras confirmarse que los dos sospechosos, los británicos de origen nigeriano Michael Adebolajo y Michael Adebowale, de 28 y 22 años, ya estaban fichados desde hacía ocho años por las autoridades.

Los dos sospechosos, detenidos poco después del asesinato y filmados por viandantes, se encuentran bajo vigilancia policial en dos hospitales diferentes de Londres, donde ingresaron por heridas de disparos de los agentes, y su condición es estable.

Aunque Cameron no ha querido dar detalles de la investigación para no entorpecer su curso, su Gobierno tuvo que salir al paso de algunas críticas divulgadas ayer por los medios de comunicación.

El ministro británico de Comunidades, Eric Pickles, dijo ayer a la cadena BBC que, si bien se llevará a cabo una investigación en profundidad de la actuación de los servicios secretos, es "imposible controlar a todo el mundo todo el tiempo" aunque los responsables estuvieran fichados. "He visto a expertos en seguridad explicar lo difícil que es, en una sociedad libre, poder controlar a todo el mundo", observó.

Instantes después de que Rigby cayera abatido, uno de sus supuestos agresores, con las manos ensangrentadas y un machete, se dejó grabar por una cámara a la que justificó el delito en nombre de Alá, lo que ha provocado algunos incidentes, como asaltos a mezquitas, en el Reino Unido. Uno de ellos se dio el jueves por la noche en un centro islamista situado en Belfast (Irlanda del Norte), que fue atacado con una botella llena de pintura, según informó ayer el Servicio de Policía de Irlanda del Norte (PSNI), que lo considera una posible agresión xenófoba.

Mientras las pesquisas continúan, el arzobispo de Canterbury y primado anglicano, Justin Welby, compareció ayer junto al Consejo Musulmán británico en Leicester (Inglaterra) para asegurar que el brutal asesinato del soldado por supuestos radicales islamistas "no dividirá a las comunidades". También el viceprimer ministro británico, Nick Clegg, envió otro mensaje de unidad a la ciudadanía al alertar ayer, en una visita a un centro multiconfesional del norte de Londres, de que el propósito de los agresores es "diseminar la semilla del miedo y la división".

Ante los temores de que el crimen abra una brecha entre las distintas comunidades que cohabitan en el Reino Unido, el líder liberaldemócrata rindió tributo a los líderes musulmanes que se apresuraron a condenar con "mucha contundencia y claridad" el asesinato nada más producirse. Según un vídeo difundido ayer por el tabloide Daily Mirror, policías armados llegaron al lugar del crimen trece minutos después de recibir la primera llamada de emergencia y dispararon un total de ocho balas a los supuestos agresores.

En respuesta a las críticas, Richard Barrett, exresponsable de los servicios de contraespionaje británicos MI5, opinó que es "muy difícil" encontrar alguna "señal" que pueda permitir a las fuerzas del orden prevenir o anticipar un crimen de estas características.

Además, el excomisario de la Policía Metropolitana de Londres Iain Blair confió en que el comité investigador "actué rápido" para establecer posibles errores.