Beirut. La violencia entre partidarios y detractores del régimen sirio en Trípoli, la mayor ciudad del norte del Líbano, reavivó ayer los temores a un contagio de la crisis siria al país vecino, pese a los intentos de las autoridades de alcanzar una tregua. Después de una relativa calma desde el miércoles, los combates se reanudaron con intensidad para dejar paso más tarde a la acción de los francotiradores entre los vecinos de Bab el Tabbaneh, de mayoría suní, y Yabal Mohsen, mayoritariamente alauí, secta chií a la que pertenece el presidente sirio, Bashar el Asad.
El detonante de los nuevos choques fue la muerte en la madrugada de ayer del jeque suní Jaled el Baradie por disparos de un francotirador. Además del clérigo, fallecieron otros dos hombres, que habían resultados heridos de gravedad el jueves, por lo que, según fuentes policiales, el número de víctimas desde el comienzo de los choques el pasado lunes alcanza ya los 13 muertos y 146 heridos. En la refriega llegaron a caer obuses sobre áreas alejadas de los barrios conflictivos.
Los milicianos, que emplean armas automáticas y lanzacohetes, han provocado numerosos incendios en los dos barrios, de donde han huido muchas familias. Mientras, elementos armados y enmascarados han quemado al menos seis negocios en Trípoli, cuatro de ellos propiedad de alauíes, según las televisiones libanesas, que mostraron esos lugares calcinados. "Está claro que los pro sirios no quieren detener los choques y por eso se dedican a la caza del hombre y a los bombardeos nocturnos. Hacen todo lo que está a su alcance para que la situación degenere", se quejó el diputado Ahmad Fatfat, residente en Trípoli. El parlamentario se mostró muy pesimista, ya que "si no detienen ahora esta situación y se instaura el alto el fuego, la situación se deteriorará completamente y será muy difícil después lograr una pacificación".
Pese a vivir relativamente alejado de los combates, Fatfat reveló que el edificio donde reside también ha recibido impactos de balas y confía en que el Ejército, que se ha desplegado de forma masiva en la ciudad, pueda lograr pacificarla. Trípoli, escenario en muchas ocasiones de tensiones entre las diferentes sectas y clanes que componen su población, está tomada por las patrullas móviles y fijas de las Fuerzas Armadas mientras soldados con el dedo en el gatillo permanecen resguardados tras los tanques. Una vecina de Trípoli, Sonia Jabus, reconoce que el Ejército trata de poner fin a esta situación sin lograrlo. "Lo peor son los francotiradores que se llevan la vida de inocentes que mueren por nada. Contrariamente a lo que se dice, no se trata de una guerra entre sectas. Es un asunto político y el Líbano, que es muy pequeño, paga una vez más lo que está sucediendo en la región", explicó.