De ser un elemento identitario de Álava ha pasado a convertirse en un souvenir. La nieve, antaño protagonista de unos inviernos locales que convertirían a Invernalia en una suerte de Caribe, hoy es, desde su escasez e infrecuencia en estas latitudes, atrezzo para los mejores selfis y el postureo ideado para redes sociales. A mí, que me encantaba (y lo sigue haciendo) ver nevar, echo en falta pode salir a la calle y sumergirme hasta el corvejón en aquel manto blanco que cubría todo con espesores que daban mucho juego. Hoy, con las precipitaciones de estos días, apenas si he conseguido atropar un puñado de nieve para volver a evocar aquellas escenas en las que, con cada temporal, se desataban auténticas refriegas bélicas en cada plaza y en cada calle entre bandos armados hasta la borla del gorro de lana con bolas blancas para atizar a los de enfrente. En fin, supongo que como todo en esta vida, al cambio climático también hay que adaptarse y si, las precipitaciones no dan para más, pues al menos habrá que poner buena cara y calzarse las botas para pisar, aunque sea metafóricamente, las consecuencias de los chorros polares que decidan llegar hasta estos lares con las nubes cargadas de gélidas intenciones. Supongo que lo de a mal tiempo buena cara siempre tiene que prevalecer.
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