Como un péndulo emocional. Me refiero a mi comportamiento tras observar el inicio de temporada del Deportivo Alavés, que nos ha regalado un par de cal y otro par de arena en este suspiro competitivo. No es que lo haya hecho especialmente mal, ni todo lo contrario. Se ha establecido en el medio de una clasificación que, a fuerza de ser sinceros, ya podría ser la del último día del campeonato. Supongo que la parroquia está ávida de celebrar los éxitos del equipo después de una temporada, la pasada, que nos hizo sufrir más de la cuenta. El caso es que el otro sábado, tras la derrota del Glorioso ante el Sevilla, la realidad regresó a las vidas del alavesismo tras habérsenos subido ligeramente el moco tras la victoria en San Mamés. Ya saben: el fútbol es así. Tenemos la posesión como un equipo grande, los jugadores mueven el balón con efectividad de un lado al otro del campo. Y, sin embargo, no vamos más allá. En ocasiones no somos capaces de hacer llegar el balón a quienes están encargados de hacer goles. En fin, que comentarios como este y en sentido contrario llegarán tantos como partidos hay al cabo del año, que son decenas, así que me temo que este año habrá que acostumbrarse a una especie de montaña rusa de emociones (y de reacciones).