Las imágenes han dado la vuelta al mundo. Un grupo de periodistas que trataba de atender a uno de los heridos por los ataques armados de Israel son reventados por la artillería de ese país. En directo. Sin miramientos. Y con una excusa, la enésima, que aseguraba que todo obedecía a un error lamentable que no volvería a ocurrir, al menos, hasta la próxima vez. El número de reporteros asesinados por hacer su trabajo en Gaza ha batido todos los récords dentro de lo que parece una estrategia milimétricamente estudiada por el estado mayor del Ejército israelí para tratar de que no se conozcan los hechos que se están produciendo en la campaña de Gaza, denominación que no oculta otras acepciones que, quizás, son más exactas, como genocidio del pueblo palestino, matanza sin obviar a niños o hambrunas impuestas para acabar con un pueblo entero. Acabar con quien tiene como misión relatar los hechos que acontecen cada día parece que se ha convertido en deporte nacional para las fuerzas armadas de un país que, en principio, se asemejaba a una democracia de corte occidental, pero que está haciendo lo posible por salirse del club. Supongo que todo esto es demasiado para un analista internacional de mis capacidades... l