Tengo la sensación de que me repito más que el ajo. Y, lo que es peor, sé que esa sensación palidece ante la realidad. A modo de descargo, en mi defensa tengo que decir que atender todos los días a la actualidad alavesa da para lo que da. En ocasiones, desborda, pero en general tiende a convertirse en una suerte de déjà vu en cadena, que se repite tantas veces que pierde su misma noción sustantiva. Y, si la realidad tiende a imitarse a sí misma, los que nos dedicamos a relatarla, pues tres cuartas partes de lo mismo. Este bucle cíclico informativo bebe de las fuentes adecuadas, que son las que, erre que erre, rescatan en una frecuencia que podría sospecharse que está pautada los debates que otras veces funcionaron para ganar notoriedad de cara a procesos electorales, o para tapar bocas o para esconder otro hecho que no conviene airear más de la cuenta. Bajo esa perspectiva, escribir se convierte en un ejercicio de automatismos propios de una IA bien entrenada, ya que, sobre todo, en esta ciudad, las propuestas, proyectos e iniciativas cuesta un mundo que se ejecuten, y más en un plazo de tiempo razonable, entendiendo este no más allá de la década. Supongo que la gran diversidad política vitoriana no ha interiorizado la necesidad de viajar todos en el mismo vagón para según qué temas.